miércoles, enero 09, 2008

LA REPUBLICA VIRREINAL, UNA HISTORIA, UN REPLANTEAMIENTO, MUCHAS PREGUNTAS

LA REPÚBLICA VIRREINAL, UNA HISTORIA, UN REPLANTEAMIENTO. MUCHAS PREGUNTAS
AUTOR: HERMINIO PARRA RIVERA
http://ivanorech.blogspot.com/2008/01/la-republica-virreinal-una-historia-un.html

[Pagina 65] A lo largo de toda nuestra vida republicana, el Perú ha pasado por un desarrollo sin igual. Así lo han afirmado siempre casi todos sus historiadores y políticos...
Según, ellos, el sistema colonial español se descompuso con nuestra Independencia de España. Fue ésta, una revolución singular. Todas los que le precedieron no le igualaron en importancia. Anuló todos los principios virreinales; y los héroes del pensamiento liberal que ocasiona, derribaron aceleradamente a los representantes del mundo colonial.
Los años transcurridos entre 1810 y 1821, removieron al pueblo peruano mucho más que antes en su vida de colonia. Se trató evidentemente de un proceso interesante. La reafirmación de las estructuras y espíritu virreinales. Apagadas algunas chispas de la dependencia española, ciertas partes de ésta entraron en descomposición; las que sobrevivieron reaparecieron con nuevas combinaciones que, finalmente permitieron su supervivencia.
Quienes, hasta el 28 de Julio de 1821, habían vivido sometidos a la Colonia española se hicieron "liberales" y se dividieron en distintas facciones políticas. Más honestos, otros, mantuvieron su lealtad al Rey. Decididamente fueron monarquistas. Se ubicaron en las mismas organizaciones políticas de los "liberales" y, entre ellos, se enfrentaron. Esta enconada lucha, entre liberales y republicanos, se nos presenta hasta hoy, como lección brillante de liberalismo y como la creadora de todo nuestro adelanto político, social y económico.
Para apreciar en su debida dimensión a esta historiografía mal hecha; para poner de relieve a este historicismo; y para observar el contraste entre los héroes del universo histórico peruano y las ilusiones en torno a sus hazañas; contemplemos este espectáculo. [Pagina 66] La supervivencia de las antiguas castas virreinales de poder en la República, fue el efecto de un proceso que empezó a gestarse en las mismas guerras de la Independencia. Cuando los encomenderos defendieron sus encomiendas, ubicadas en las intendencias. Allí, las protegieron financiando a los ejércitos monárquicos y republicanos, y dejando hacer y deshacer de nuestro patrimonio, al vencedor. El 12 de Diciembre de 1821, por ejemplo, "La Municipalidad de Lima reparte a los jefes y oficiales del ejército libertador, (según edictos de 12 de Noviembre anterior), las fincas confiscadas a españoles. Estas ascendían al valor de 519,069 pesos; adjudicados, por suerte, entre las listas de agraciados emitidos por San Martín".
El término de esta jornada dejo empobrecida, a las viejas cas-tas de poder. Sin embargo, Lima, Tarma, Cusco, Huancavelica, Huamanga, Arequipa, Trujillo y Puno, continuaron como sede tradicional de esta falsa aristocracia. El triunfo de la independencia no la sorprendió. Por eso, en la Sierra, desconoció a la república hasta la batalla de Ayacucho, en 1824. Y, en Lima, Trujillo y Arequipa, se adaptó a su mal entendido republicanismo, continuando con sus habituales costumbres. El 14 de Marzo de 1824, Bolívar, en una carta al General Salóm, describe con pericia a estos clanes familiares: "Esto está lleno de Partidos, todo plagado de traidores unos por Torre Tagle otros por Riva Agüero, otros por los españoles y muy pocos por la Independencia". Alejados los libertadores, las castas de poder no estaban en condiciones de gobernarse ni de gobernarnos. Cuatro siglos de sumisión y religiosidad colonial le anularon todo sentimiento de patria y nación, hasta hoy.
Esta cruda realidad obligo a la clase dominante a revitalizarse cultural y económicamente. Mientras tanto, permitió que sus más audaces descendientes; sus mejores empleados de segunda línea; y la curia eclesiástica; hicieron y deshicieron de los destinos de nuestra naciente república. Entre sus más audaces descendientes podríamos poner a los miembros del Primer Consejo de Estado del 8 de Octubre de 1821: el Teniente General Conde de Valle Oselle, Pedro José Zarate y Navía, descendiente de antiguos encomenderos limeños desde 1750; al Marqués de Torre Tagle, José Bernardo Tagle, casta limeña que compro este título en 1730; al Conde de la Vega del Ren, José Matías Vásquez de Acuña, heredero de una encomienda en el Valle de Cóndor, en Pisco; establecida desde finales del siglo XIV; al Conde de Torre Velarde, Agustín Quijano Velarde, casta burocrática que se inicia con Gaspar de Velarde y Cevallos, como Alcalde ordinario de Lima, en 1747. A Manuel Ignacio de Vivanco, ligado a la vieja casta de los De la Torre, a la que pertenece Fernando Belaúnde Terry. Al Conde de Premio Real, Luis José de Orbegoso, Presidente del Perú, en 1836. Al mismo Ramón Castilla, Presidente del Perú en 1845 -51, 1835 -58, 1858 -62, y casado con Francisca Diez Canseco, miembro de virreinal casta arequipeña fundada a fines del siglo XVII, por Francisco Diez Canseco y Tejedor, al casarse con Juana Gómez Butrón y Caldo, descendiente, por línea directa, de [página 67] Gómez Butrón, conquistador y fundador de Arequipa, en 1540. Entre sus mejores empleados podríamos ubicar a Hipólito Unanue. Y, entre los miembros de la curia eclesiástica, al Parlamento de 1822 con 26 diputados sacerdotes, a Francisco Javier de Luna Pizarro, a Toribio Rodríguez de Mendoza y al mismísimo Bartolomé Herrera. "Lejos de ser el pueblo, el que se conquistó un nuevo contenido, el Estado se mantuvo en su forma más antigua: en la dominación del sable y la sotana".
En el virreinato, cada clan familiar tenía su jefe, El conjunto de jefes obedecía al Intendente, jefe supremo de la Región, nombrado directamente por el Rey y no por el Virrey, como se cree hasta hoy. Aquel nombramiento se hacía teniendo en cuenta la "pureza de sangre" y el poderío económico del elegido en su lugar de nacimiento.
Pasado el 28 de Julio de 1821, la Intendencia pasó a ser Departamento y el Intendente, al principio, Presidente, y, después, Prefecto. Es explicable que el Presidente del Departamento de Lima, en 1822, continuara siendo su ex-intendente, Marqués de Aulestia, Coronel José de la Riva Agüero,y Sánchez Boquete, más tarde, Mariscal y primer Presidente republicano. Lo mismo diremos del ex-intendente de Arequipa, Juan Bautista de Lavalle, uno de cuyos descendientes sería candidato a la presidencia de la República en 1950, y Presidente del Club Nacional en 1940-42., En Trujillo se repetiría el mismo caso con su ex-intendente Marqués de Torre Tagle, En igual forma con Francisco José Recabarren, ex-intendente de Huamanga, etc. Este cambio de etiqueta fue el resultado de la defensa que la clase dominante hizo de sus propiedades encomenderas.
Después del definitivo alejamiento de Bolívar, cada clan presiona para hacer prevalecer sus intereses en el Gobierno Central limeño. Esta presión se oculta con la defensa de los intereses de la Región de donde es cada clan familiar. Por lo tanto, cada grupo se rebela con su “jefe máximo", con discursos o con armas, en la conquista de la silla presidencial. Manuel Ignacio de Vívanco y Pedro Diez Canseco, por Arequipa; Luis José de Orbegoso y Torre Tagle, por Trujillo; José Rufino de Echenique y Pío Tristán, por Puno; José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete, Francisco Vidal y Nicolás de Piérola, por Lima.
El triunfo.de cada caudillo orientaba, a su vez, el uso de los poderes del Estado en beneficio de su familia y de su región. Poco importaba, en ésta circunstancia, que el caudillo fuera civil o militar. De acuerdo al momento, eran conservadores si propugnaban un Ejecutivo fuerte; o Liberales, si defendían un Legislativo poderoso, a aquél pertenecía el Presidente y sus ministros; a éste, otros caudillos menores que, como diputados o senadores, siempre quisieron hacer del Parlamento, el "primer poder del Estado". La pugna entre los conservadores y liberales de ayer, fue la misma entre el militarismo y la civilidad de los últimos tiempos.
[Pagina 68] De la virreinal división de familias pasamos a la republicana división regional. Las castas y sus caudillos nos dejaron un republicanismo que no entendieron, al tiempo que reforzaron la vieja nación inconclusa de conquista y virreinato. Toda esta acción de fuerzas económicas, desarrolladas dentro de la jerarquía rígida de una sociedad gobernada por una falsa aristocracia y por la Iglesia, se nos ocultó, siempre, con el velado manto de la anarquía y el caudillismo militar de nuestra república. Las viejas castas virreinales, para sobrevivir, no podían proceder de otra manera.
El triunfo de cada caudillo polarizaba, como siempre, a los más "ilustres" pensadores del momento. Si era conservador, con él se definían personajes como: Monteagudo, José María de Pando, Felipe Pardo y Aliaga, José Joaquín de Mora, Andrés Martínez, Manuel Urquijo, José Antolín Rodulfo, etc. Si era liberal, tenía a su favor a: Francisco Javier Mariátegui, Benito Laso, Mariano José de Arce, Santiago Távara, etc. Al final, liberales y conservadores, resultaron sometidos al absolutismo presidencial, que era la continuación del virreinal. Las mismas castas de la clase dominante no sabían lo que querían, menos aún sus seguidores. Por esto fracasó la segunda promoción de parlamentarios: la de Francisco Javier Mariátegui, Sánchez Carrión Arce, González Vigil, Benito Laso, Manuel Lorenzo de Vidaurre, etc. Ante la frustración de estas figuras parlamentarias, que elaboraron las constituciones de 1823, 1828 y 1834, las castas se proponen hacer otras mejores. Más disciplinadas y con el pronunciado sentimiento de religiosidad dogmática y autoritarismo político del tiempo de los virreyes. Esta labor de modernización de la "inteligencia' se la encargan a Bartolomé Herrera, figura de Congresos y Asambleas constituyentes desde 1849, Ministro de Gobierno, Justicia, Instrucción, Culto y de Relaciones exteriores, en la administración de Echenique, en 1851. Este jesuita nombrado Rector del Convictorio de San Carlos, en 1842 por el Gobierno provisorio del General Francisco Vidal, descendiente de una poderosa casta encomendera de Cañete, sería el educador de una promoción interesante. De jóvenes que nacidos alrededor de 1830, dirigirían los destinos del país, hasta finales del siglo pasado.
Sus mejores alumnos, educados para defender la soberanía de la inteligencia y negar la popular, fueron: Evaristo Gómez Sánchez, precursor de la Constitución corporativa de 1880 y Ministro de Gobierno y Obras públicas, en 1864; Pedro José Calderón; Pedro Gálvez, Rector del Colegio Guadalupe, en 1849; José Gálvez, Rector del Convictorio de San Carlos en 1855, Decano del Colegio de Abogados en 1865, por su matrimonio con Ángela Moreno resultó dueño de ricas 'minas en el Departamento de Junín; Luciano Benjamín Cisneros, Diputado por Huánuco, en 1858-88 y 1878, Ministro de Justicia en 1872, Ministro plenipotenciario en Italia en 1878 -82, Decano del Colegio de Abogados en 1885 -92, Vocal de la Corte Superior de Justicio, en 1904 y redactor de la "Revista de Lima" en 1860; Toribio Pacheco; [página 69] José Antonio Barrenechea, Ministro de Relaciones Exteriores en 1867 -69, Ministro de Justicia e Instrucción en 1868, Decano de la Facultad de Derecho en 1870 -74 y abuelo de Raúl Porras Barrenechea; Manuel Antonio Barinaga, Ministro de Hacienda y Comercio en 1878; José Jorge Loayza, Ministro de Hacienda en 1864; José Antonio De Lavalle; Manuel Benjamín Cisneros; José Casimiro Ulloa; Sebastián Barranca, Pedro Alejandrino del Solar; Manuel Yrigoyen; Clemente Althaus, poeta y Ministro de Hacienda; José Antonio García y García fundador del Banco del Perú en 1863 y accionista del Ferrocarril de Eten en 1876; Carlos Augusto Salaverry; Luis Benjamín Cisneros; Manuel Pardo, Ministro de Hacienda en 1855, fundador del Banco del Perú en 1863, de la Compañía de Seguros "La Paternal" en 1871, y, primer Presidente Constitucional del Perú, en 1872, etc..
Mientras Bartolomé Herrera preparaba a la "intelectualidad" de la clase dominante, ésta, por otro lado, recuperaba su dinero invertido en sus hazañas de la Independencia. En el primer gobierno de Castilla, obtuvieron la Ley de la Consolidación de la deuda interna. Mediante ésta, y a la sola presentación de facturas, el Estado devolvía a sus dueños lo invertido en sus heroísmos pasados. De inmediato, las castas fraguaron documentos o compraron los originales por debajo de su precio normal. Naturalmente, no faltaron quienes aprovechando esta situación aparecieron como nuevos ricos. El 21 de Agosto de 1856,-Estanislao Flores, Diputado por Huamalíes le escribía a Jervacio Alvares, Ministro de Gobierno, Justicia y Culto de la época, protestando por la falsificación de expedientes hecha por personajes como: Jacoba Boza, de conocida casta encomendera limeña; Manuel Aparicio, de célebre casta de encomenderos mineros de Ayacucho; Mariano y Domingo Laos, comerciantes de chinos radicados en Lima; José María Sancho Dávila, de prestigiosa casta de encomenderos agricultores de Lima; Juan y Julia Elizalde, ilustres burócratas limeños; el Monasterio de Jesús María; Julián Zaracondegui, comerciante que llega a Ministro de Hacienda en 1864; José Rufino de Echenique, Presidente de la República en 1855; Nicolás de Piérola; Manuel Seoane; Hercelles; Luis José de Orbegoso, etc.
Las castas oligárquicas de Poder consiguieron sus objetivos. La deuda consolidada por Castilla que, en 1851, era de 5 millones de pesos, en el gobierno de José Rufino de Echenique, aumentó a 15 millones. Con estos ilícitos capitales reflotaron sus antiguas encomiendas y, lentamente, intervinieron en los negocios del guano y del salitre, ocupación que, entre 1849 y 1861, en su mayoría, estaba en manos de comerciantes extranjeros como: Allsop; Gibbs; Templeman y Bergman; E. Read; Graham; Rowe y Montané; Dreyffus, etc
Al paso del tiempo, los mejores ex-alumnos de Bartolomé Herrera reaparecieron como Ministros, diputados, senadores o banqueros. Controlaban y administraban el negocio de fertilizantes, para beneficio de la clase dominante. En 1882, forman la Compañía Nacional de Consignaciones del guano. En una envidiable situación economice reaparecen viejos apellidos de abolengo: Clemente Ortiz de Villate, [página 70] fundador de la Compañía de Seguros "Súdamerica", en 1571 y fundador del Banco del Perú en 1863; José Canevaro, fundador del Banco de la Providencia en 1862, del Banco del Perú en 1863, dueño y empresario del Ferrocarril de Eten, en 1876; Felipe Santiago Gordillo, fundador del Banco del Perú, en 1863; Manuel Pardo; Carlos Delgado Moreno, fundador del Banco del Perú y del de "Crédito Hipotecario" en 1866; Felipe Barreda y Aguilar, fundador del Banco del Perú y de la Caja de Ahorros de la Beneficencia Pública de Lima; Miceno Espantoso, abuelo de Pedro Beltrán, fundador del Banco del Perú, de la Compañía de Seguros "La Patronal", en 1871, y accionista del Ferrocarril de Eten, y Emilio Althaus, fundador del Banco del Perú, accionista del ferrocarril de Eten. Quitaron a los intermediarios extranjeros para ocupar su lugar, pero nada cambiaron. Igual que en la Independencia de España. Al promediar la década del 1860 controlan los mercados de: Inglaterra, Alemania, China, Japón, Bélgica, Portugal y Estados Unidos. La consolidación, junto con el guano, significó parte de la reorganización de las antiguas castas virreinales, a cambio del negociado y el abandono de los intereses peruanos a los extranjeros.
Luego de esta revitalización, las castas oligárquicas se unen a los inmigrantes extranjeros, que llegaron pregonando mercancías baratas y algunas beberías que otro les dio fiadas. Para esta unidad fundan el Club Nacional, en 1855 y el Club de la Unión, en 1868. En aquél defienden la "pureza" de su "abolengo". En éste, permiten el ingreso del marchante plebeyo, pero gringo y sin dinero. Ocurrieron, entonces, los matrimonios del siglo. Este negocio de grandes ganancias, significaba la unión económica de bodeguero con encomendero, de esta unidad resultan las instituciones bancarías y financieras que todavía existen. Los capitales que forman estas organizaciones, se invierten para mantener, hasta hoy, el mismo movimiento económico del virreinato: la importación y la exportación.
Los nuevos banqueros, se convierten en los prestamistas de dinero a los gobiernos de turno. Intentaron solucionar nuestras deudas externas e internas. Pero los mismos préstamos se dieron a cambio del control económico que, los inmigrantes extranjeros, deberían tener en la explotación de nuestras riquezas. En consecuencia, el poder de decisión de los Bancos estaba en manos de sus dueños extranjeros. De modo que las políticas crediticias y financieras que se hacían en el país no respondían a los intereses nacionales, como hasta hoy. Al fin y al cabo, nuestros banqueros continuaron como extravagantes intermediarios del ciclo del capital financiero internacional.
En estas condiciones fundaron las siguientes empresas: Empresa del Agua de Lima, en 1855; el Banco de la Providencia" en 1862; el Banco del Perú, en 1863; el Banco de Londres, Méjico y Sudamérica, en 1863; el Banco de Crédito Hipotecario, en 1866; la Caja de Ahorros de la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima, en 1868; el Banco territorial, en 1870; el Banco Agrícola de Ica, en 1870; el [página 71] Banco de Trujillo, en 1371; la Compañía de Seguros Sudamericana, en 1871; la Compañía de Seguros de Lima, en 1871; la Constructora peruana, en 1871, etc.
Sin embargo, Lima no era el todo de este largo y exitoso final de la ciase dominante peruana. Las castas provincianas y las capitalinas que, aparentemente, no habían tenido participación directa en el poder, exigían gobiernos estables para la inversión de sus capitales en la modernización de sus enclaves; para construir vías de comunicación con sus encomiendas más alejadas de la Costa; para la importación de maquinarias que cambiaran las formas de explotación de sus encomiendas agrícolas en ingenios, y, para la modernización de la extracción del mineral de sus encomiendas mineras.
Esta nueva circunstancia, obliga a las castas tradicionales a organizarse políticamente. Aparece el partido "Civilista" y con él, el nuevo fenómeno republicano que hasta hoy, define a la civilidad: el electorerismo. En 1872, el civilismo, elige a Manuel Justo Pardo y de Lavalle, ex-alumno de Bartolomé Herrera y fundador del partido civilista como Primer Presidente Constitucional de la República. Pardo era representante de una casta de encomenderos agricultores fundada por Gerónimo de Aliaga, conquistador que viene con Pizarra y que, en 1969, su familia, era dueña de 5348 hectáreas en la zona de Chiclayo.
En 1980, el civilismo se moderniza. Se convierte en belaundismo. Elige a Fernando Belaúnde Terry como su nuevo representante en la Presidencia de la República. El uso tradicional del poder en esta casta familiar se amplía al unirse, por lazos matrimoniales con Violeta Correa Miller, hija de Javier Correa Elías, Ministro de Estado en el segundo gobierno de Manuel Prado, Javier Correa, a su vez, es tío de Manuel Ulloa Elías, Ministro de Estado en el primer y segundo gobierno de Belaúnde y de Nills Ericsson Correa, quien también llegó a ser Ministro de Estado, en el segundo Gobierno de Belaúnde.
La unión de estas castas familiares consolida el conjunto de clanes que determinan a la clase dominante peruana. Una clase que defiende un Estado donde los derechos de los ciudadanos se establecen de acuerdo a la fortuna que se posee. Riqueza que procede, generalmente, de las propiedades territoriales obtenidas, desde la invasión española del siglo XVI. Vivimos, por lo tanto, un grado inferior, en el desarrollo del Estado en que la característica económica de su clase dominante, es la vieja producción mercantil de la colonia. Produce no para el consumo nacional, sino para el extranjero. Por su sacrosanta sumisión, ha perdido dominio sobre su producción y como comerciante tampoco ha llegado a serlo. Sus productos y su producción están sujetos al capricho de los consorcios extranjeros. [Página 72]
Así llegamos al 14 de Abril de 1985, con nuestras instituciones estatales respondiendo, menos que nunca, a las necesidades reales del país; con el descontento de las masas populares que se torna amenazante; con una clase medía que se proletariza cada vez más; con el desprestigio de los partidos políticos de izquierda o de derecha; con un régimen como el belaundista con su tendencia a apoyarse en las fuerzas más cercanas a él, por razones familiares antes que por espíritu de clase y, finalmente, con la crisis económica que azota al país.
La permanencia de estos fenómenos y su olvido, han ayudado a la explosión de esta crisis que serpenteaba en el Perú, desde sus inicios republicanos. Para entenderla, ordenemos nuestra historia, replanteándola. En esta dimensión humana mal haremos meditaciones, senderos innumerables sedientos de exploración y huellas de rutas exploradas que conservan su virginidad no obstante su reiterada violación.
Empezando por nuestra primera infancia republicana, surgen preguntas de orden histórico que obligan al nuevo replanteamiento de hechos como; el Primer Congreso Constituyente de 1823, el de La Mar, Salazar y Baquíjano y Felipe Antonio Alvarado; la Constitución de 1823 de Sánchez Gorrión y de Baquíjano y Carrillo; la balcanización del Perú, Confederación de los Andes y la Constitución vitalicia de 1826; el Congreso Constituyente de la Mar y Luna Pizarro en 1827; la Constitución de 1828 y el federalismo de las Juntas Departamentales; la Convención de Luna Pizarro y Vigil y la anarquía político-económica que representaron Bermúdez, Nieto, Orbegoso y Riva Agüero, en 1834; la reacción de Salaverry en 1835; la Constitución de Huancayo, en 1839; la pugna carolino-guadalupana que re-presentan Bartolomé Herrera y Domingo Elías; la rebelión de Vívanco y la actuación de Benito Laso, en 1842; el gobierno de Castilla, en 1845, la esencia del Congreso americano, la ley de presupuesto; la anarquía política y económica y la creación de bancos entre 1855 y 1872; la actuación de los Gálvez y de Francisco de Paula Gonzales Vigil; el gobierno, de Echenique en 1851; la ley de la consolidación de la deuda interna, el despilfarro del guano y el salitre y la compra de la libertad de los negros por Castilla; la fundación del Club Nacional en 1855; la Constitución de Pedro y José Calvez, en 1856; el proyecto de Constitución de Estado corporativo de Bartolomé Herrera, en 1880; las constituciones de 1860 y 1867; la fundación del Club de la Unión en 1868 y la fundación del Partido Civilista el 4 de Mayo de 1871.
Tal vez si este replanteamiento nos ayude a contestar las siguientes preguntas: ¿Por qué sobrevivió el civilismo?, ¿Quiénes fueron sus herederos en la Republica?, ¿Por qué el fascismo fue defendido y apoyado por Sánchez Cerro? ¿Por qué la insurgencia masiva del PAP?, ¿Fue realmente revolucionario Haya de la Torre?, ¿Traído no o no el PAP a sus postulados originales? ¿Qué papel desempeña-ron Raúl y Rómulo Ferrero Rebagliatti, ideólogos defensores y [página 73] propulsores del fascismo en el Perú?, ¿Cómo se explica, por tanto, la aparición, permanencia e influencia del "hayatorrismo" en los últimos sesenta años de nuestra vida republicana?, ¿Por qué las soluciones propuestas por el aprismo a la problemática nacional obedecieron siempre a puntos de vista mesocráticos?
Pocas cosas nos dan una sensación más aguda del paso del tiempo que contemplar los hechos experimentados por generaciones sucesivas y pasadas, con algunas de las cuales respiramos el mismo aire de época, íes mismas expectativas, temores y esperanzas de lo que entonces era todavía futuro.
Vidaurre, Monteagudo, Valdelomar, Santiago Távara, González Prada, Vallejo, Heraud, Luis de la Puente, Ninavilca, Carlos Wiesse, Mariátegui, Atusparia, los muertos anónimos de la masacre de Malpaso, las víctimas de la lucha por la jornada de las ocho horas laborales, las víctimas de Huanta en 1968, Gudelio Espinoza asesinado el 8 de Julio de 1971, Aurora Vivar Vázquez, Emiliano Huamantica, Jorge Talledo Parías y Edith Lagos; puestos frente a Manuel Pardo, José Santos Chacano, Nicolás Carpancho, José Antonio Barrenechea, Bartolomé Herrera, José de la Riva Agüero y Osma, Pedro Beltrán, Víctor -Andrés Belaunde, Víctor Raúl Haya de la Torre y Fernando Belaúnde Terry, son imágenes de personajes que se encuentran definitivamente fijadas por la trascendencia histórica de sus hechos. Actos que no dejan de suscitar juicios contradictorios entre nosotros. Imágenes que nos servirnos de ellos, por ser vidas conclusas para ventilar nuestras actuales querellas, para debatirnos entre las expectativas, temores y esperanzas a que nuestro propio futuro está abierto. Enfrentarse con tales figuras, es enfrentarnos con si tiempo y juzgarlo. Una operación y sin duda sana, cuando ese tiempo es el inmediato anterior o el mismo que estamos viviendo.

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