miércoles, enero 09, 2008

PROLOGO DE PABLO MACERA

HERMINIO PARRA RIVERA
(1943 - 1988)

Vivió al filo de las contradicciones y los conflictos de todo su tiempo y toda su generación y pagó un precio muy alto, el de su vida, al hacerlo con un excitado compromiso. En la mañana del 12 de Octubre de 1988 tres "estudiantes" tocaron la puerta de Parra en Huancayo y pidieron una entrevista relacionada con el asesoramiento de tesis. Este era uno de los tantos oficios a los cuales Parra recurrió durante su vida. Al llegar donde sus visitantes Parra fue encañonado y muerto con tres balazos profesionalmente asestados. De inmediato las cábalas políticas emitieron sus habituales apreciaciones atribuyendo el asesinato al MRTA, Sendero Luminoso, Comando Rodrigo Franco. Cada cual esgrimía los mejores argumentos a su entender conclusivos. La verdad no es todavía conocida. Lo único cierto es que aquel crimen mató a un hombre productivo, fundamentalmente bueno y necesitado de amistad, a pesar de su lenguaje incisivo y de la facilidad con que originaba desafectos.
Conocí a Parra en San Marcos 1965-67. Aquellos años fueron los mejores de San Marcos por el nivel de entusiasmo, de discusión, de compromiso diario de la práctica y la teoría. Sospecho a veces que esa marea ascendente de San Marcos - que era también el ascenso de sectores populosos y medios a niveles críticos en el control de la superestructura y producción ideológica despertaron tales escalofríos que fueron la causa del cargamontón contra San Marcos en la década del 70. De allí proviene su liquidación actual, temporaria y limitada como principal centro de crítica y refutación del sistema.
Liquidar al San Marcos del 65-69 dio como resultado, entre otros el desplazamiento de la izquierda intelectual hacia la Universidad Católica y las clases medias altas o incluso capas dominantes. No es una casualidad por eso que el sanmarquino Barrantes llevara en 1985 como vice-presidentes a dos egresados de la Universidad Católica. Esa configuración electoral reflejaba bien la composición interna de la izquierda peruana parlamentaria de entonces; ¿y hoy?.
Todo este recuerdo concita Herminio Parra dirigente estudiantil durante ese tiempo. Ya entonces tenía enfrentamientos borrascosos y era una persona discutida y discutidora dentro de los grupos a los que pertenecía. Teníamos escasas coincidencias. En la mayoría de nuestras conversaciones Parra y yo discrepábamos tanto en los métodos o técnicas de estudio que planteaba como también en las definiciones tan perfiladas que caracterizaban a sus estudios. Pero no por encina sino a través de todas esas diferencian percibía yo la pugnacidad admirable de alguien que buscaba no diré la verdad sino su verdad, con la desesperación de un abogado.
Ingeniero Químico, maderero en el Amazonas, gestor de imaginativos planes editoriales, profesor universitario, Parra era sobre todo un explorador excitado por el azar de las búsquedas o extravíos de ruta, dispuesto a todos los sacrificios de quien ha elegido como camino la trocha más angosta y va a tientas. Parecía haber en él un sino trágico para elegir siempre el camino más difícil,
En medio de su vida agitada Parra escribió varios ensayos de carácter histórico y político. No le interesaba la verdad erudita en si misma sino en la medida que podía emplearla para fines concretos en el curso de sus propias luchas ideológicas. Los resultados fueron muy diversos, Parra no pretendía ser un profesional de la historia y desdeñaba algunos de los recursos informativos habitúa1mente exigibles. Sus libros fueron calificados a veces de prejuiciosos o exagerados. Ignoro la .medida en que esas críticas pudieron conmover la fe que Herminio Parra tenia en su estilo de trabajo. Lo dejé de ver durante muchos años; da pronto Darío Rubio, amigo de siempre, nos alerto: casi en desahucio Parra-padecía de una enfermedad grave. Me tocó la misión de solicitar el auxilio de las autoridades de San Marcos. La iniciativa que permitió curar entonces a Herminio Parra fue de Elmo de la Vega quien aunque conocía las posiciones políticas de Parra y era opuesto a ellas, consiguió su internamiento hospitalario. Llegaron después a Lima noticias de Parra desde Huancayo; supimos de la familia que había formado con una mujer admirable por su decisión y su paz interior; gracias a ella, Herminio Parra pudo conocer por primera vez lo que era un verdadero hogar. Fueron estos quizás los pocos años tranquilos en la borrascosa vida de este, intelectual peruano que nunca había dejado de ser un adolescente universitario generoso y atrabiliario como son (y deben ser) los jóvenes.
Los trabajos que hoy publica su viuda, Rita Avendaño no son una obra terminada. Constituyen borradores donde no será difícil encontrar contradicciones, errores o aspectos reiterativos. La decisión familiar en esta materia ha querido sin duda entregar no tanto una obra perfecta cuanto mas bien el testimonio de una personalidad y de un estilo de vida.
Algo terrible está ocurriendo en el Perú cuando hay hombres que mueren como Parra por el solo hecho de hablar o pensar da un modo diferente a otros que lo asesinan. No es necesario coincidir política, ideológica, o intelectualmente con ninguna de las afirmaciones o hipótesis de Herminio Parra, para decir que su muerte es un absurdo que nos alcanza y mancha a todos; y es uno de los avisos premonitores de la desgracia colectiva en que vivimos, crece y se avecina.
A veces temo que el tiempo se nos ha agotado y que no podremos impedir en el futuro inmediato un horrendo baño de sangre y una guerra civil generalizada. Ojalá que haya fuerzas sociales objetivas y hombres concretos que lo impidan. De algún modo entonces la muerte de Herminio Parra nunca tendrá sentido ni justificación pero al menos habrá sido compensada.
Lima, 26 de Julio de 1989Pablo Macera

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