domingo, marzo 11, 2012

DE INVASORES A OLIGARCAS

DE INVASORES A OLIGARCAS

I
Analizar la formación de la clase dominante; determinar sus fuentes de origen; descubrir su organización para entender el ejercicio de su poder; apreciar los medios ideológicos de los que se vale y cómo logra hacerlos reconocer en los sectores sociales inferiores para comprender el carácter de su legitimidad y actualidad; son cuestiones fundamentales en el derrotero de la historia latino-americana y peruana., fundamentalmente, vagamente tocadas hasta el momento.
La composición de los diferentes estamentos sociales que constituyen la base de la organización política de la clase dominante peruana es, aparentemente, complicada. Aquí, aparece como una élite, como un clan familiar, no rigurosamente cerrado. Es un grupo improductivo. Estéril. Compuesta solamente por quienes consumen el trabajo de las masas explotadas. Su dominio es absoluto. Siempre actúa como instrumento de los intereses extranjeros. Su tradicional presencia le ha permitido constituirse en un ejemplo particularmente logrado de una clase dominante en una sociedad atrasada. Su poder está legitimado por la tradición. Su núcleo fundamental no está constituido por industriales sino por propietarios de tierras que las heredaron desde la invasión española en los siglos XVI y XVII, a los dueños de estas grandes extensiones de terreno se les conoció, al principio como encomendero, luego, como gamonales o hacendados, hasta hoy. En el plano nacional su influencia ha sido trascendental. En el plano local, es el patrón, el señor, dueño de una influencia que reposa en los mecanismos del caciquismo, heredado también, desde los tiempos de la invasión española. Su posición, lentamente, ha ido modificándose, con el desarrollo de los partidos políticos modernos. Los líderes locales de éstos, paulatinamente, le han disminuido su poder hasta obligarlos a refugiarse en ellos. Esta clase dominante u oligarquía a través del tiempo se ha adecuado a los modernismos que han aparecido.
Contemporáneamente, ha dado origen al latifundio serrano, a la negociación azucarera y a la hacienda algodonera en la Costa. Estas últimas son empresas capitalistas de carácter agrícola que producen para exportar. De aquí se han obtenido los capitales necesarios que se invierten en bancos o en cualquier otra entidad, financiera nacional o internacional. Depende, por esto, de las fluctuaciones de los precios establecidos por la bolsa de Nueva York, Londres y Hamburgo,
Es fácilmente demostrable que sus miembros aparezcan en los directorios de las grandes empresas financieras, de los bancos, en las empresas mineras, en las inmobiliarias y en los más grandes negocios industriales del país, Sus empresas, por consiguiente, no son sólo exportadoras, también son importadoras. Importan directamente, lo que les conviene para las necesidades de su producción, así como elementos de consumo suntuario. La fortuna de este sector procede, en última instancia, de la gran tenencia de tierra heredada de sus antepasados, que llegaron con la invasión española, durante los siglos XVI y XVII.
Al principio, han sido un núcleo familiar rígidamente cerrado; es decir, una casta. Con el tiempo, esta rigidez se ha debilitado. Es el resultado de haber admitido en su seno, al comerciante italiano, alemán, inglés yugoslavo, francés o norteamericano. De todo esto ha resultado una superposición singular: el moderno mundo de los negocios que se ha sobrepuesto al mundo virreinal simplemente. El aparente nacionalismo de los primeros se ha desvirtuado, peor aún, con la llegada de los segundos. De este informe conglomerado social; resultaron los poderosos apellidos que hasta hoy, controlan la economía, la cultura, la sociedad y la política, peruanas. La presencia de este singularismo social ha permitido,, siempre, la llegada fácil del consorcio extranjero. El poderío económico de éste, en esta circunstancia, le ha permitido convertirse en el "poder detrás del trono" que dirige la vida política y económica del país. Por esta razón, el consorcio extranjero no modifico la situación del país en el pasado. Se adapto al viejo sistema virreinal, consolidándolo. Introdujo solo modificaciones insustanciales que dejaron; intactas las estructuras espirituales y sociales heredadas de la colonia.
En la clase dominante peruana predomina el carácter familiar, porque en ella impera, hasta hoy, el mayorazgo. Con el transcurso del tiempo, las formas de éste, han cambiado. Cano sostiene Francois Bourricaud (*) ; "Cada familia tiene un jefe, con un poder muy amplio obtenido del principio de la primogenitura, (el hijo mayor de la rama mayor), o de un acuerdo explícito aprobado entre hermanos, primos, cuñados, yernos y sobrinos, en provecho del más activo, del más competente, o del mejor colocado, El jefe de la familia desempeña, así, el papel de jefe de clan; sus responsabilidades se extienden no sólo a sus propios hijos, sino a la gens entera" [(*) Del ensayo: "Notas acerca da la Oligarquía peruana pag. 25. Publicado en, 1972 por Amorrortu editoras, en el titule "La Oligarquía en el Perú"] Los hijos menores de la gens, también, continuaron con esta vieja tradición virreinal. Ayer, para seguir gozando de sus privilegios sociales optaron por la milicia o por la curia eclesiástica, cuando eran hombres; o por el convento o por el matrimonio de jugosos dividendos, cuando eran mujeres; además de esto, hoy, están sujetos a la renta que el jefe del clan les señala. Para la esencialidad histórica de este hecho hace del jefe del clan un "señor" en toda su hispánica significación. Controla y dirige los negocios de la familia. No los administra. Para esto, tiene a sus empleados o administradores. Es entendible que a esta clase dominante no le interesa el trabajo sino el provecho monetario.
Comúnmente, siempre se ha sostenido que esta clase está constituida por grandes propietarios capitalistas. Esta equivocación se sustenta en el poco entendimiento que se tiene de la totalidad integral de lo que resulta el término capitalista. Hay capitalismo mercantil propio del coloniaje al que, en el caso peruano, corresponde una cultura escolástica, disociadora. Existe capitalismo burgués al que corresponde una cultura liberal. El fundamental olvido de este hecho ha permitido que el término capitalista con el que se ha señalado a esta clase, derive en un concepto ambiguo. Peor aún, si con este término se ha señalado a banqueros especializados en la compra-venta de dinero, a especuladores, no a empresarios, por mucho que estos oligarcas coloquen parte de sus fortunas en empresas industriales.
Esta clase ha ocasionado, en consecuencia, un capitalismo oligárquico. Está ahogada por el espíritu virreinal. No puede, por tanto, adoptar y defender el espíritu burgués. Su representante, el empresario moderno, tiene una mentalidad limitada.
Su inteligencia sólo tiene capacidad para sus cálculos, para el tanto por ciento de sus ganancias, de vencimientos,- de letras de cambio; no es lúcido para enfocar la realidad, para proyectarse al futuro. Lo que quiero decir, que es necesario liquidar los residuos virreinales, tanto en el mundo exterior como en el de la conciencia de los hombres.
El "capitalista" que surge de aquí, es débil. No tiene ideología. Es incapaz de concebir estrategias. Su nacionalismo es amorfo. Para él no existen más que los fenómenos económicos y las cuentas corrientes. No le interesa la actividad política. Este capitalismo oligárquico, últimamente, es el culpable de la demagogia, de la aventura, y de la irracionalidad de los últimos gobiernos peruanos. Desde la independencia, el pueblo peruano ha sufrido, no por culpa de este capitalismo sino por la ausencia, por la debilidad, del capitalismo burgués. Esta, es la civilización de la máquina y de su ciencia frente al retraso del primitivismo de las sagradas escrituras y de la infalibilidad papal del virreinato, y del de la era precolombina. Es el hombre trabajador, unitario, racional, organizado, científicamente culto, es la civilización industrial, que elimina el aislamiento, el individualismo, la idiotez aldeana, y la presencia de una naturaleza estáticamente divina.
Los más avanzados sectores de este capitalismo oligárquico no han buscado más que reordenar, "moralizar" sus viejas estructuras, para reacomodarse mejor. Por esto, en el campo de la realidad material, no se oponen al método ni al sistema colonialista: son antiimperialistas. Son incapaces, sin embarco, de elevar esta posición al nivel de una política transformadora del Estado. No pueden convertirla en una filosofía de la acción, en un sistema de ideas que, anulando la simbiosis desintegradora que origina la aculturación teologal del siglo XVI de paso a una acción integral entre lo más positivo de nuestro ayer precolombino con lo mejor que tenemos de Occidente.
Sus dirigentes, empresarios, gerentes, inversionistas, promotores de negocios, no se distinguen por su cultura general ni por la profundidad de sus horizontes filosóficos y espirituales. Su nacionalismo es vacío. El criterio predominante y hegemónico de este sector social es el económico. De esta manera, la economía aparece para este sector de la clase dominante peruana, como el factor fundamental, revolucionario, no solo de la vida humana, sino de la realización total del individuo.

Para la ejecución de sus proyectos económicos exclusivos, la clase dominante peruana, hábilmente ha recurrido a la clase media. De aquí salen los mejores promotores y conductores. La singularidad de su concepción capitalista le hace percibir sus utilidades como un botín, antes que una remuneración proveniente de su trabajo, que es débil y desapercibida. Su organización es mediocre. Para la clase dominante peruana, en consecuencia, cuenta más la influencia política. No protege sus productos con tasas aduaneras apropiadas. La industria en todo su proceso integral no le interesa. Su capitalismo tiene una esencialidad: el comercio y la especulación. Lo que necesita para esto es cierto sentido de manejo del dinero y buena práctica en los mecanismos de crédito, nacionales como extranjeras. Estas aptitudes son, precisamente, las que mejor domina la clase media peruana. De esta manera, a través de la clase media, la clase dominante controla los mecanismos de comercialización y de crédito. Controla, así, la mejor parte de las riquezas nacionales. El poder la clase dominante no sólo reside en la propiedad que hereda del virreinato sino en lo que resulta de esta propiedad sobre los recursos naturales.
Es comprensible que el poder de esta clase, cada vez mayor, cuando indirectamente, controla las actividades económicas, políticas, sociales y culturales del país. Al sector industrial le ejerce en consecuencia, una acción tutelar, fiscalizadora; lo controla cercanamente, para que su producción no lesione sus intereses. Mantiene relaciones estrechas con los grandes intereses mineros, asegurándose una posición de dominio y de control en la administración del crédito.

II
La presencia de todas estas características en la clase dominante peruana permite cuestionar la existencia de los buenos burgueses, en el Perú. La burguesía no se desarrollo en Lima, menos aún en provincias. El nepotismo, la fastuosidad sensual y la beatería del virreinato, todavía mantienen monumentos extraordinarios. Sobre esta esencia se sobrepusieron las influencias más intranscendentes de los imperialismos de turno, Las obras y los representantes de esta "yuxtaposición" son modestas, pusilánimes, aún se desarrollan sobre un intocado fundamento colonial. Pese a esto pretenden convertirse en verdaderos representantes de la burguesía peruana. En la actualidad viven más modernismo virreinal que republicanismo. En este modo de ser educaron al pueblo y trataron de desintegrarlo. De todo esto resultó un círculo vicioso. Dentro de él aún continuamos como conservadores: anárquicos o revoltosos, y muy pocas veces como revolucionarios.
Los españoles llegaron vacíos a América. Luego la invadieron y la despojaron de sus riquezas. Llegaron con la típica psicología del siglo de oro español: enseñaba que las imágenes de la realidad se captaban en forma sensorial, de allí pasaban a la imaginación que las registraba y a la fantasía, que las perfeccionaba, antes de ser recibidas por el alma. Durante su invasión no hubo aldea indígena donde no ejecutaran el despojo y el hurto. Con maña y ligereza, de todo salieron vencedores. El invasor español gustaba de la aventura. Cruzando valles, montañas y desiertos, a pie o montados a caballo, rio se cansaban. Ni el frío los ofendía ni el calor les enfadaba. La invasión fue, para ellos, una primavera.
Conforme se internaban en el territorio descubierto, se repartían valles, minas, y todas las riquezas que encontraban. Aquel reparto tuvo una organización geopolítica controlada y dirigida por el elemento intelectual de la época: el clero católico. Al principio, el territorio peruano se repartió entre los primeros invasores que llegaron con Pizarro. El 7 de Agosto de 1534, por ejemplo, regala a Gerónimo de Aliaga la encomienda de "Chuquiracua" con sus indios y caciques. Aquella encomienda estaba en lo que es actualmente la provincia de Andahuaylas. Vaca de Castro, también hace lo mismo: regala a Gerónimo de Aliaga, la encomienda de Chancay junto con sus 3100 nativos.
Nicolás de Ribera "el viejo"; que estuvo entre los "Trece de la Isla del Gallo" y que participó en la repartición de los terrenos de Lima, recibe, como premio a sus servicios prestados a la corona, las encomiendas de los valles de Maranga, Huatica y del valle bajo de Ica conocido como Ocachí.
Diego de Agüero y Sandoval, llegó al Perú, en 1530, acompañando a Pizarro en su segundo valle. Fue fundador de Piura, Jauja, Quito y Lima. Por tal motivo recibe, a perpetuidad, la encomienda correspondiente a todo el valle de Lunahuaná.
Lo mismo ocurre con Juan de la Torre (*)[(*) ver capítulo N II: "La casta de los Belaunde"], compañero de Pizarro en su segundo viaje y miembro de los "Trece de la Isla del Gofio".
Para consolidar esta repartición, los reyes católicos, venden a perpetuidad los cargos políticos de las ciudades fundadas a los invasores, el 22 de Noviembre de 1591, por Cédula Real. Junto a esto, los soberanos les encomiendan la salvación del alma de los indios de las garras del infierno. La encomienda se convierte en un obsequio singular. Es la cesión hecha a un particular - el invasor, en este caso - del derecho que tenía el Rey al tributo de uno o varios indios y el traspaso de la obligación de proveer el bien espiritual y material de los indios. Con semejanzas sustanciales, la encomienda, es para América, lo que el "mayorazgo" y "señorío" son para la España señorial de los inicios medioevales, al momento de descubrir el continente americano. Mientras el "señor" del señorío tenía en todos los habitantes de su comarca plena jurisdicción civil y criminal; el encomendero - por considerarse de estirpe plebe- ya, según edicto real - no gozaba de tal poder sobre los indios. El vasallaje de éstos al soberano español era directo e inmediato. Mientras - el señorío español era perpetuo, la encomienda americana sólo se prolongaba por dos vidas, o, a lo más, tres.
La encomienda se convirtió en el nervio vital de la colonización española. Fue una institución jurídica de carácter religioso, social y político que, al principio sirvió, perfectamente, para los objetivos coloniales de la corona española. Mediante ella, divinamente, el invasor se convierte en el nuevo dueño de las tierras americanas. Su escolasticismo ortodoxo y contra reformista legaliza y santifica al encomendero y la encomienda. Para la explotación del nativo americano, cristianismo y encomienda se corresponden. Así aparece en América una nueva forma de esclavitud distinta del feudo y del señor feudal que casi no se desarrolló en España.
Aparentemente, las encomiendas duraron muy poco, muchas de ellas las expropia la corona al ver que los encomenderos no cumplían ni con la pacificación ni con la cristianización de los nativos. Por decreto Real del 23 de Noviembre de 1718, la corona pasa a administrarías directamente. Aquel decreto no dejaría de ser singular. Anuló las encomiendas que tenían más allá de segundas vidas. . Conservó, las que al momento, ya eran perpetuas. A pesar que en 1750 la mayoría de las encomiendas y de los encomenderos, de hecho desaparecieron; los herederos de las perpetuas continuaron, en muchos casos, hasta la República. Sobrevivieron los encomenderos más audaces. Sus descendientes, hábilmente, escaparon a los distintos momentos que intentaron hacerlos desaparecer: las guerras entre pizarristas y almagristas; las ordenanzas del Virrey Blasco Núñez de Vela; las acciones del pacificador La Gasca; los dictados del Virrey Conde de Nieva; las reformas del Virrey Toledo; las guerras de la Independencia; la guerra con Chile en 1879; el reformismo de Billinghurst; y, finalmente, la dictadura de Juan Velasco Alvarado.

III
Esencialmente, aquel sector de invasores españoles, reafirmó y modernizo la explotación y desintegración en que se encontraba la población nativa, desde, antes de su llegada. La súbita invasión española, emprendida con intrepidez y audacia, permitió en sólo media centuria del siglo XVI, cerrar sobre la totalidad del Continente, el círculo de la dominación hispánica. Los primeros tiempos de la expansión invasora adolecen de plan preconcebido y de necesidad presentida. Es la etapa de la aventura. Pasada ésta, España se da cuenta del poder adquirido a consecuencia del descubrimiento y de la invasión. Empieza la etapa de la inesperada y sorpresiva expansión del poder español. Se inicia la modernización del estado monárquico ibérico. Así lo observamos en; las disposiciones primeras y ulteriores acerca del modo de dirigir, conocer y administrar los territorios descubiertos; la organización de los gobiernos de las comarcas americanas; y, en el ordenamiento de los servicios para las Indias en la madre patria (*). [(*) En esta época se da paso a la, creación de la Casa de Contratación en Sevilla y Consejo Supremo de Indias, con existencia indiscutida desde 1524.]
Ni modernización de Estado ni expansión de Poder; sin embargo, modifican la uniformidad intelectual y de costumbre del invasor español. La invasión y colonización no son, exclusivamente, acciones mercantiles, menos aun, empresas de carácter privado. Contrariamente, en los primeros tiempos de la aventura invasora vemos como ésta, adquiere el carácter de una categoría histórica, fundamentalmente, político-religiosa. Es el momento en que el invasor español, sus costumbres, su ciencia y sus letras, se resumen en torno de su fanatismo escolástico. Sus vivencias y costumbres son, en última instancia, una prolongación del señorío español con hombres señoriales.
El fanatismo religioso legaliza y diviniza, exitosamente, el modo de ser del atrasado medioevo español. Es el justificativo legal que institucionaliza organismos que siendo tiránicos en la metrópoli, lo serán más aún en la Colonia (*) [(*} La Audiencia de Lima es creada en 1542 a semejanza de las Cancillerías de Valladolid y Granada. Aquí, además de ser tribunal de justicia es Órgano administrativo y legislativo]. Los nuevos organismos, a su vez, reafirman la supremacía de la raza invasora, reduciendo a la servidumbre a la raza sometida. En este momento crucial de la invasión, los efectos de la "yuxtaposición" ejecutada por la catequización cristiana fueron lamentables; no hubo capacidad de integración entre invasor e invadido. Derivamos así, en un pueblo singular: uno en la creencia religiosa, pero dividido por todo, razas, regiones, lenguas, costumbres y leyes. Históricamente, se plantea el racismo como una categoría histórica de la realidad peruana. Es el fundamento esencial de la diferenciación entre españoles, criollos y nativos. Se determina, posteriormente, una organización social parecida a la española, igual en su forma; pero distinta en su esencia. El pechero, el pedrero o el hidalgo segundón de la invasión es el falso noble de la colonia. El criollismo desintegrador es la espiritualidad que cubre a la nobleza, a la clase media y al pueblo, en virreinato y en República. La singularidad de estos hechos se fundamentan, naturalmente, en las relaciones económicas de servidumbre señorial entre la nobleza segundona peruana con los nativos de la encomienda y con los obrajeros de los obrajes.
Así aparece el encomenderismo americano con sus manifestaciones y determinantes propias, debidamente legalizadas y sacralizadas por el fanatismo religioso. Cuadro que se consolida desde el instante mismo en que virreyes, oidores, gobernadores, oficiales reales y corregidores, participan en el virreinato, con un solo objetivo: catequizar al nativo para legalizar el encomendarismo. Este trascendental hecho histórico, económico y religioso, se halla en el Perú y en América, en sus tres manifestaciones más importantes: corregimientos, reducciones y encomiendas.
Al encomendero de la conquista se le encomienda el alma de los aborígenes para su catequización. Por este motivo al español se le considera padre espiritual de familia numerosa. Esto le permite construir casa oratorio dónde congregar a los nativos y ejecutar la catequización cristiana.
El trasplante de la estructura señorial española sufre los efectos de su propio desarrollo histórico. Efectos que imponen la modernización clerical. La catequización se hace utilizando al quechua. En las congregaciones religiosas se impone el aprendizaje del idioma nativo. No había otra manera de catequizar a los aborígenes. Seguidamente, las encomiendas dan lugar a las reducciones. Si las encomiendas son, un núcleo de cristianos, las reducciones constituyen una reunión de familias que facilitan la cristianización y civilización de nativos. Para una mejor administración virreinal y para una exitosa catequización se da forma a los pueblos o reducciones de indios, Pueblos que surgen, siempre, dentro del territorio de la encomienda y al lado de una Iglesia, siempre construida sobre los restos de los antiguos adoratorios indígenas. Inteligentemente, para la estabilidad socio-económica del encomenderismo americano, cura y encomendero se desarrollan en forma, paralela. Encomienda y redacción, encomendero y cacique, gamonal y alcalde, son el fundamento de apartados pueblos, desarrollándose, siempre, bajo la acción apostólica de misionero. Encomienda y reducción definen la fe.
En los principios de la invasión, las ciudades de españoles eran los corregimientos. De ellas se encargaba el corregidor. Los corregimientos tenían jurisdicción sobre los repartimientos. Estos a su vez, dependían de los encomenderos que controlaban las reducciones o pueblos de indios. Naturalmente, el corregidor era un burócrata. Del poder económico del encomendero, el gran latifundista, dependían la burocracia y sus encomendados. Fe, corregimiento, encomienda y reducción, se convierten en los cuatro grandes pilares del encomenderismo andino.
El dominio sobre la gran propiedad determina una estructura que, al amparo de la fe, ejecuta la dependencia del sector popular en los servicios para la producción y en el cambio para los consumos. El indio, por ser raza sometida, sería quien soportaría más esta acción en minas, campos y ciudades. En cada colectividad estaba sometido al gravamen, sin distinción de edad y sexo que, abusivamente, se le imponía. Desde luego, el gran beneficiado resultaba, siempre, el corregidor, el cura, o el encomendero. Estas mismas manifestaciones de explotación se exhibían en todos los sectores que estaban en relación con el pueblo indígena. Los encomenderos con los comuneros, los corregidores con sus administrados, los curas o doctrineros con sus feligreses, los azogueros o mineros con los mitayos, etc.
Fe, encomienda y reducción determinan, también, la estructura cultural del encomenderismo. Al tiempo que se instituye, nos aisla. Se convierte en el mejor depositario de un espíritu que reafirma opresión y vasallaje. Desde luego, la iglesia resulta la más grande feudataria de la colonia.
La llegada de los españoles tropieza con pueblos pacíficos; pueblos sociables que, por los efectos imperiales del Inca, habían adquirido el carácter de servilismo. Era una nación extraña. Una sola en su adoración al Inca, pero dividida, también por su raza quechuas, mochicas o aymarás, lenguas, costumbres, regiones, etc. La presencia de la acción invasora de la espada y la cruz cristiana, al asesinar a Atahualpa, elimina el único vínculo de unidad social existente entre estos pueblos: la divinidad a la persona real del Inca.
Cura y encomendero, hábilmente, insisten en la catequización cristiana. Hecho fácilmente adquirido en muchas circunstancias por el indio, ante la sugestión de lo maravilloso y asombroso, producido por la presencia de las armas y de las acciones de los españoles. El fanatismo religioso español reemplaza al indígena. Desde luego, la cristianización invasora justifica la continuidad de sentimientos y monarquías. La explotación del poblador andino se moderniza. El nativo peruano fácilmente es descentrado de sus instituciones tutelares económicas, políticas, religiosas y familiares. En muchos casos, abandona fácilmente las tierras, cediéndolas al primero que se las quita. Sin más aliciente que una mísera alimentación, se dedica, dócilmente, a servir en los tambos, obrajes, minas, encomiendas y en las ciudades. El invasor español, ilícita y cristianamente, se apropia del territorio de los ayllus, junto con sus habitantes, para una mejor catequización.
En la acción catequizadora del invasor español debemos tener en cuenta, sin embargo, un hecho interesante; ocurre en los períodos iniciales de la invasión y antes de ella, es el modo de vida del aborigen. Este, vive disperso, en los cerros, al pie de sus andenes o cerca de sus bajíos, forma pequeñísimos centros poblados Mamados LLACTAS. Con el nativo disperso, el español no podía controlar ni catequizar. La reducción de indígenas responde a esta estrategia. De ella estaba prohibido abandonarla el nativo. Desde aquí el control sobre éstos y el acceso de los recaudadores de tributos, resultaba fácil, al tiempo que la reducción aislaba al nativo peruano.
Todo este proceso corre paralelo con la catequización cristiana que da por resultado la "aculturación teólogal" que vivimos hasta hoy. Aculturación y cristianización que tiene un criterio político de clase antes que religioso. Desde luego, en el tiempo, por la misma acción de este fenómeno, podemos explicarnos sus efectos: un mestizaje de humillación y desintegración que reafirman nuestra esencialidad virreinal, en la Colonia y en la República. El aislamiento escolástico de cura y encomendero niega la "herejía", es cierto; pero, al mismo tiempo, su esencia ortodoxa impide el desarrollo de una cultura integradora, revolucionaria, de clara fisonomía nacional y popular.
A finales del siglo XVI y comienzos del XVII, la explotación agrícola tiende a maquinizarse. Al lado de los plantíos de vid y caña de azúcar surgen los trapiches, ingenios, y alambiques. Al desarrollo de la invasión y colonización, corresponde la modernización de la explotación agropecuaria; del latifundio serrano y de la hacienda costeña. Este hecho modifica la estructura social en las relaciones de producción que se desarrolla en el interior de las encomiendas. Aparece el patrón o capataz, los indios mitayos o peones y los negros esclavos. Para tener cerca a esta mano de obra crean las reducciones. Desde aquí se le tiene cerca, no sólo para obligaría a trabajar en la mita del campo o en la de los obrajes, sino para exigirles su contribución en tributos, en dinero o en especies.
En España, en la lucha contra los moros, las comunidades se constituyen con las mismas características del feudo medioeval europeo. Las comunidades son propietarias de sus tierras, poseen derechos especialmente concedidos por el Rey, están constituidas, además, por la gran ciudad y por las aldeas enclavadas dentro de ellas. Los aldeanos, pese a que estaban en inferior condición que los comuneros, eran, sin embargo, dueños ó poseedores de pequeñas parcelas. La colonización, que es un remedo ridículo del plano social español, traslada también este concepto, probable fundamento para explicar el origen y desarrollo de las comunidades indígenas, En el Perú, estos centros, además de ser poblacionales, se convierten en el fundamento vital y regenerador de la mano de obra esclava y sumisa que necesita el régimen de explotación del encomendérismo peruano. Al concepto de comunidad traído por los españoles, debe sumarse el de "Cajas de comunidad", legalizadas por el clero en invasión y en colonización. El desarrollo de estas dos instituciones explica la modernización del Estado colonial. La presencia de estos dos organismos exige, también, la modernización de la politica en las reducciones o poblaciones de indígenas que iban apareciendo.
"Las comunidades eran, nos dice Carlos Messe, organizaciones de indígenas que se dedicaban a la agricultura, siguiendo tradicionales costumbres colectivas, mediante el reparto de tierras por lotes adjudicados a todas las familias que componían esa comunidad. Tenían sus personeros permanentes, jefes o caciques que los representaban, manteniendo los goces que se transmitían únicamente en las familias de los miembros de la comunidad", "El que se trasladaba al lugar donde mora una comunidad no se hacía comunero y se le tenía en la categoría de indio forastero. Este régimen protegió al indio contra el blanco, impidiendo las usurpaciones de las tierras fue el contrapeso del caciquismo semi-feudal que imperaba en la Sierra. De otro lado, oponiéndose al cultivo intensivo de la tierra, mantuvo el atraso agrícola de las comunidades y la escasa producción de la propiedad privada".
Si a esta tradición indígena sumaramos el concepto de cajas de Comunidad, que la Iglesia traslada de España, "al compás del gobierno político se iba estableciendo en las poblaciones indígenas un régimen social que se caracterizó por cierto comunismo, — consecuencia de las viejas costumbres (indígenas) y del tutelaje de las leyes.)"» y que, "debían entrar en las cajas de comunidad los bienes comunes, para sacar de allí los gastos en beneficio de los asociados" admitiendo que, "constituían los bienes de la comunidad, las utilidades de las tierras que cultivaban colectivamente o que daban a trabajar a labradores mediante el pago de un canon y en algunas comarcas la explotación en común de diversas industrias". Fácilmente establecemos que; "el manejo de las cajas de comunidad estaba confiado a los oficiales reales, los cuales debían dar cuenta estricta a los jueces de residencia". La comunidad de indígenas fue, esencialmente, una concepción europea. Reafirmo la explotación indígena. Su modernización en gran escala responde a los intereses desarrollistas de los distintos gobiernos peruanos, en virreinato y en República. Por consiguiente, al realizarse el repartimiento de tierras en los primeros tiempos de la invasión y generalizarse el desarrollo de la vid y la caña junto con la modernización de las técnicas de cultivo, el gran latifundio se generalizó.
En la Costa, este hecho originó la desaparición de las comunidades indígenas. Por este motivo, el indio es reducido a vivir dentro de la propiedad del gran latifundio. La mita en el campo y en los obrajes (*) [(*) Manifestaciones industriales del incario que hereda la Colonia. Surgen en la misma época de la invasión en 1545. Cuando uno de ellos es fundado por Antonio de Ribera en el valle de Jauja. Producían jergas, ponchos, bayetas y sayales. Según su procedencia se dividían en: coloniales, españoles comuneros y mixtos] y la recaudación de los tributos se facilitaba. Por este motivo, el encomendero en la "costa le concede al nativo las tierras de la orilla de los ríos que cruzaban sus fundos. Aparecen las chacras. La reunión de éstas pasaría a constituir las tierras de las comunidades nativas, las que, con sus cajas de comunidad, tributaban especies y 3 también, mediante ellas, podían mantener a sus familias.
En la sierra, el proceso, es más o menos parecido al que acabamos de describir. También se da en pago el uso de la tierra. Quienes la cultivaban, tal como sucedió en la costa, pasaron a formar parte de las comunidades; pero en el gran latifundio serrano, cuya extensión era compleja, los nativos no solo se dedicaron al cultivo, también se dedicaron a la crianza de ganado vacuno, auquénido, ovejuno, según la región. La extensión del gran latifundio ocasionaba también que al nativo se le concentrara dentro de las estancias para que cuidaran y pastearan el ganado. Algunos latifundistas permitieron que pastearan sus ganados en sus tierras; el costo del pasto utilizado era cobrado como tributo. Como en el señorío español, los siervos son considerados parte integrante del latifundio.
"Los indios, nos dice Hildebrando Castro Pozo, como queda explicado, fueron y aun son considerados parte integrante del fundo agrícola o ganadero; pues actualmente, en toda la zona serrana, donde la explotación agropecuaria no se ha industrializado, constituyen el acervo de colonos, yanaconas, pastores, que pagan en trabajo o productos de la tierra, la tenencia del trozo que de ésta cultivan o el consumo de pastos de la hacienda por sus ganados". Esta relación de dependencia, entre gamonal e indígena establece la tipicidad de un sistema encomendero que se mantuvo hasta 1988. Nada mas demostrativo que las mismas sentencias de Hildebrando Castro Pozo: "De modo que, como cada cual, anualmente debe abonar, en días de trabajo un porcentaje de ganado o especies, el canon de aquellos usos es tanto más o menos validos para un fundo cuanto mayor o menor es el numero de obligados al pago. Nadie compraría actualmente un fundo sin colonos".
Desde las profundidades de la invasión española se establece el sistema de explotación encomendera de nuestros campesinos. Cualquiera que conozca nuestra realidad económica y agraria puede constatar la tabla de valores de ésta:
1 Pisantes.- Crianderos de ganado que pagan sus pastos con, un porcentaje de aquéllos. También pagan tributo por el uso del suelo en que han construido sus casas y corrales. Trabajan gratuitamente y en forma obligatoria en las labores de la hacienda. Desde aquí ascienden progresivamente, hasta que el hacendado se reserva el total derecho de comprar el ganado al precio que le convenga. En esta situación, el indígena, se da la mano con el pastor-pongo de la sierra.
2 Compañeros.- Indios agricultores que viven en tierras sin semillas y sin acémilas. El labrado agrícola corre por su cuenta. De la cosecha resultante, sin embargo, el indígena, obligatoriamente, tiene que repartirla entre él y el hacendado. La parte correspondiente al indígena es vendida a la hacienda a un precio fijada por ésta. Como el indio, para satisfacer sus necesidades inmediatas, pide adelantos de su salario, resulta que lo que debe de cobrar de lo que venda a la hacienda, se le descuenta. Esto origina que muchas veces tenga una cuenta larga, saldos qué se arrastran año tras año. La relación de servidumbre señorial es inocultable.
3 Yanaconas. Mestizos e indios, dedicados al cultivo intensivo de las haciendas costeñas. Se les da un pedazo de tierra para que la trabajen por su cuenta. Aquí debe sembrar la especie de planta que el patrón ordena, para lo que, éste, le proporciona semilla, aperos y animales de labranza, abonos, y alguna habilitación monetaria. El yanacona se obliga a pagar en frutos, no sólo el uso de la tierra sino también la liquidación total con sus respectivos intereses de todo lo que se le habilitó, aun cuando haya perdido en la cosecha.
Si sobra algo, sobre este sobrante, obligatoriamente, se vende al dueño de la hacienda, al precio que éste imponga. En la costa la mayoría de la hacienda de algodón y arroz fijaba este precio antes de la cosecha.
4 Los colonos.- Son los más numerosos y abundan en la mayoría de las haciendas serranas. El colono tiene la tierra de por vida y para todo su estirpe. Si la tierra es extensa puede criar animales sin pagar pastaje, pero si éstos consumen los pastos naturales del fundo, debe abonar por ello, cada año, un determinado porcentaje que se calcula sobre el número de animales de que es dueño. Del mismo modo, está obligado a laborar en la hacienda gratuitamente, de 150 a 72 días, por sólo la ración de un mate de arvejas, papa seca, maíz-cocido y una ración de coca.
5 Pastores con cargo,- Indígenas diseminados en las punas de las haciendas serranas ganaderas, en sitios que llaman estancias, privados de todo apoyo y sometidos a la voluntad del "taita" que casi siempre es el mayordomo, administrador, de la hacienda. Jamás puede disponer o vender libremente sus animales y productos. Estos sirven, en primer tugar, para reponer las posibles mermas del ganado que se les encarga apacentar y que por alguna circunstancia pudo haber desaparecido y, en último lugar,- para cubrir las deudas originadas por los adelantos y habilitaciones anuales.
6 Imilianos.- Parcelas de tierras dadas a los indios de las haciendas serranas para et cultivo de plantas alimenticias. Las tierras son dadas a los jefes de familia. Por ello, todos los miembros están obligados a prestar servicios personales y gratuitos en las labores agropecuarias del fundo. Sus cosechas, igualmente, están obligadas a venderse al hacendado, al precio que este señale.
7 Pongaje.- Por razones de aprovechar el uso de una parcela de tierra o los pastos de la hacienda para sus ganados, o ambos a la vez, queda obligado, el campesino, con todos los miembros de su familia, a prestar servicios en el fundo gratuitamente, durante todo el año o solo unos cuantos meses, cuyo número varía según la extensión de las tierras o cantidad de ganado de que nominalmente es dueño. Este trabajo generalmente lo realizaban niños. Sus familias por retribución sólo reciben la comida.
8 El huachillerato,- Es el campesino que ingresa a trabajar en la hacienda con un sueldo determinado. Se le permite ingresar con su propio ganado para que éste se alimente con los pastos de la hacienda. Este pasto era considerado parte de su salario durante las horas que trabajaba. El ganado ingresado por el indígena era llamado, por estas razones, "huaccha".
Esta escala de explotación del nativo peruano determino una es fractura agraria que dio al país la fisonomía de un Estado semifeudal, como nos diría ¡Mariátegui. Esta realidad puede constatarse en el Censo agrícola realizado en 1931, donde se observa la cantidad de tierras pertenecientes a las grandes haciendas. En la Costa sobre un total de 1'300,000 hectáreas de tierras agrícolas, las grandes haciendas controlaban 1'100,000 hectáreas. En Sierra, de 15'300,000, tenían bajo sus dominios 12'200,000 has. En la Selva, de 2'100,000, controlaban 1'700,000 has de tierras agrícolas. La tierra irrigada en poder de los grandes terratenientes representaba 1'080,000 hectáreas, y apenas 50 % estaba sujeto a expropiación.

IV
Al tiempo de la consolidación de la encomienda se fundan las ciudades. A los encomenderos dueños de las mayores propiedades territoriales se les obsequia los solares mejor ubicados en la ciudad. Gerónimo de Aliaga, fundador y encomendero de Piura, Jauja y Lima, adquiere el solar al costado del Palacio de Gobierno en la actual Plaza de Armas de Lima (*) [(*) Estando incluida en el circuito turístico de Lima es conocida, en la actualidad como "La casa de Aliaga"], Diego de Agüero y Sandoval, encomendero del valle de Lunahuaná, fundador y regidor perpetuo de Lima, en 1536, obtuvo un solar vecino a la Catedral de esta ciudad, en la esquina del hoy Jirón Carabaya con Huallaga y que, en los inicios republicanos, fue conocido como la esquina de la calle de Judíos con la calle de Bodegones.
Nicolás de Ribera "el viejo", llegado al Perú en 1532, fundador y regidor perpetuo de Lima, obtuvo solar en la esquina de Mercaderes con Plateros de San Agustín en el actual Jirón de la Unión.
El encomendero, como dueño de la ciudad y el campo, se establece y funda familia. Distinguido, por derecho real como "vecino notable" establece los "mayorazgos". Con esta institución, de acuerdo a las leyes de la época, sólo los hijos mayores heredan las riquezas y los cargos políticos de la familia. El apellido paterno de la familia se perpetúa. El "mayorazgo", vínculo familiar, patrimonio de la exclusiva nobleza española, se traslada a América. Aquí se populariza. Lo establecen los descendientes de los pecheros, pedreros, hidalgos y caballeros, que por ser nobleza ordinaria y según-dona en España, estaban prohibidos de hacerlo, por- orden real.
Diego de Agüero "el mozo", hijo de Diego de Agüero y Sandoval, nacido en Lima .en Junio de 1542, fue el primer "mayorazgo" dejos Agüero. Como tal, hereda el cargo de Regidor perpetuo de Lima, en 1561; la capilla de Santo Cristo, ubicada en la actual convenio de Santo Domingo y la encomienda de Lunahuaná que Pizarra le regalara a su padre. Su poder aumenta cuando, en 1591, funda dos mayorazgos más, para sus herederos. De estos formaba parte un fundo en el valle de Cañete y el de "Santa Beatriz" en Lima. Con su matrimonio con Beatriz Bravo de Lagunas, su poderío aumenta.
Dueños de los mayorazgos, los hijos mayores de la familia y herederos directos de los primeros invasores españoles compran títulos de nobleza (1 Ver anexo N^ 2) para remedar a las Cortes de Madrid y dé Aran-juez. Se establece la nobleza limeña y su corte.
José de Agüero y Bravo de Lagunas (2 Nació en Lina el 31 de Mayo de 1586. Contrae matrimonio contra la voluntad de su padre. Como castigo se le suspende en la continuidad del mayorazgo. Continúa sin embargo, desempeñando sus otros cargos: Familiar de la Santa Inquisición en 1587; Corregidor de Huaylas en 1592; Alcalde de Lima en 1600. Murió antes de cumplir 46 años. Fue sepultado en la capilla del Santo Cristo fundada por su abuelo Diego de Agüero y Sandoval durante los primeros tiempos de la invasión.), hijo mayor de Diego de .Agüero "el mozo" y de Beatriz de Lagunas, hereda los mayorazgos del padre y casa con Marcela de Padilla y Celis(3 Nació en Lima entre 1564 y 1566. Aquí murió el 21 de Junio.de 1606. Fue sepultada en la capilla de Santo Cristo. Derecho que "le correspondía por su matrimonio con José de Agüero y Bravo de Lagunas.). Hijo mayor de este matrimonio fue Luis de Agüero y Padilla como heredero principal (4recibió como herencia la encomienda de Lunahuaná adquirida por su-ante pasado Diego de Agüero y Sandoval/ hereda, también, los fundos del valle de Cañete y el de Santa Beatriz. Por esta época las encomiendas forman parte de los repartimientos.)De la familia casa con Jacoba de Añasco y Guzmán(5) . Luis y Jacoba son padres de Ursula de Agüero y Añasco casada en 1663 con Fernando Carrillo dé Córdova y Quesada (7). Fernando y Úrsula fueron padres de Agustín Carrillo de Córdova y Agüero (8}, heredero de los mayorazgos establecidos por sus antepasados. Agustín se casa con Isabel Rosa Garcés de Morcilla y Lisperguer(9), ambos fueron padres de María Ignacia Carríllo de Cordova(lO), quien por ser hija mayor hereda los mayorazgos de sus padres. María Ignacia, a los 20 años de edad, se casa el 4 de Agosto de 1746 con el próspero comerciante español Juan Bautista de Baquíjano y Urigóen(ll), de 45 años de edad. Ocho años después, el 17de Juíio de 1754, Juan Bautista obtiene del Rey Fernando VI el título nobiliario de Conde de Vista Florida, por el que tuvo, que pagar 70,,000 pesos. María Ignacia y Juan Bautista
(5) Vecina de Lima. En tal condición, para la época, debió poseer mucha fortuna.
(6) Nació en uno de los fundos del valle de Cañete de su padre. En el año 1663, más o menos, casó con Fernando Carrillo de Córdova y Quesada. Enviudo, quedando con 10 hijos. Murió el 29 de Abril de 1580. Al día siguiente, fue sepultada en la Iglesia de San Pedro.
(7) Nació en Lima el 29 de Setiembre de 1615. Capitán y Maestre de Campo. Primer poseedor del mayorazgo fundado en 1597, por su abuelo paterno, Hernán Carrillo de Córdova Murió el 5 de Julio de 1674. Fue sepultado en la Iglesia de San Francisco en capilla que mandó construir para su familia.
(8) Nació en Lima, el 9 de Julio de 1672. Fue corregidor en Santiago de Chile y Maestre de Campo. Regidor del Cabildo de Lima. Regente del Real Tribunal de Cuentas del Partí. Tuvo 15 hijos. Murió el 7 de Enero de 1744 a los 71 años. Fue entercado en la Iglesia de San Francisca, en la capilla que mandó construir su padre.
(9) Nació en Lima el 1 de Noviembre de 1636.
(l0)Nació en Lima el 1° de Febrero de 1726. Compró la hacienda Pando, donde hoy funciona la Ciudad Universitaria de la Universidad Católica, por un valor de 85,OO0 pesos, según escritura de 20 de Enero de 1791. Además del mayorazgo que hereda de su padre funda el mayorazgo de Vistaflorida. El 5 de Setiembre de 1764 compra la hacienda Layve en Jauja. La hacienda la Huaca, la Quebrada de Topará, entre Cañete y Chincha, las chacras "Isleta", "Bermúdez" y "Baquíjano", el fundo "Aguilar" las chacras Mirones, Olmedo» Figueroa, que dieron paso a una serie de urbanizaciones que, hoy, se encuentran entre Lima y Callao. Tenía propiedades en España, tuvo esclavos y ganado abundante. Murió a los 65 años en 1791.
(l1)Español que llegó a Lima en el primer tercio del siglo XVIII. Aquí, hace fortuna con el comercio y la usura. Fue propietaria de casa haciendas y barcos. A los 45 años contrae matrimonio el 4 de Mayo de 1745. Como primer Conde de Vistaflorida compra este título por el valor de 70,000 pesos. Fundó el mayorazgo de Vistaflorida. A él pertenecieron las propiedades de su espesa y otros bienes menores. Murió el 12 de Junio de 1759 a los 58 arios.
fueron padres de José Baquíjano y Carrillo(l) y de Francisca de Paula Baquíjano y Carrillo, quien casada con José Antonio Solazar y Breña(2), fue madre de Manuel Salazar y Baquíjano(3). Años después, Ricardo Barreda y Laos(4) descendiente de esta familia y, por línea directa, heredero principal de Diego de Agüero y Sandoval y de otros mayorazgos acumulados a través del tiempo,, funda la Sociedad Ganadera del Centro(5), la Sociedad Ganadera Corpacancha (6), el Sin-
(1) Nació en Lima el 13 de Marzo de 1751. Fue el tercer Conde de Vístaflorida y Caballero de la Orden de Carlos III. Heredero del mayorazgo de Vistaflorida. Alcalde del Crimen y después Oidor de la Real Audiencia. Uno de los personajes más hábiles y cultos de la época. Miembro del destacado "Mercurio Peruano" y prócer de la Independencia. A los 14 años se graduó da bachiller en Jurisprudencia. Alcalde de Corte de la Real Audiencia. Se desenseña como catedrático jubilado de sagrados cánones. Viajó a España como Consejero de Indias. Murió en Sevilla sin dejar descendencia.
{2) Caballero de la Orden de Carlos III y Alcalde de Luna.
(3) Nació en Lima el 24 de Diciembre de 1777. Durante el Gobierno español fue: Teniente Coronel de Milicias. Sn 1805, subdelegado de Lambayeque cargo que ejerció hasta 1811. Durante la Independencia fue: Diputado por Huaylas al Primer Congreso Constituyente de 1822. El 20 de Octubre de 1823 fue elegido Presidente del Congreso. Junto con La Piar y Felipe Antonio Alvarado fue elegido miembro de la Junta Gubernativa, por el Congreso de 1822. Fue Diputado por Lima en el segundo Congreso Constituyente de 1827. El 10 de Junio de 1827, el Congreso lo eligió Vice-Presidente de la República, encargado del mando supremo hasta Agosto de 1827, mes en que regresó de Guayaquil el General La Mar. En la guerra con Colombia desde el 10 de Junio de 1828 hasta, el 6 de Junio de 1829 también reemplaza a La Mar como Vice-Presidente. En Marzo- de 1834 el General Luis José de Orbegoso lo nombra Supremo Delegado transmitiéndole el mando del Poder Ejecutivo que desempeñó hasta Abril. El 21 de Agosto de 1834 la Convención lo nombró Presidente del Consejo de Estado. En 1838 después de la batalla de Guía se le solicitó asumiera el mando en su condición de Presidente del Consejo de Estado cargo que no aceptó. En 1845 fue elegido Senador por Lima. Presidió las sesiones en los Congresos extraordinarios de 1848 y 1849. Fue Prefecto de Lima. Murio el 7 de Noviembre de 1850, No dejó descendientes.
(4) Hijo del Alcalde de Lima y Director de la Beneficencia Pública Enrique
Barreda y Osma; y de Amalia Laos y Arguelles hija de Domingo Laos socio de la Compañía Agrícola que con un capital de 2'OOO,OOO de soles se fundó el 31 de Agosto de 1372 para la compra y venta de Chinos.
(5) Fue constituida en 1910 sobre la base de los fundes Acopalca Runatullo
y Laive que; pertenecían al mayorazgo de Vistaflorida desde 1764. Se encuentran ubicados entre los 3200 a 4300 m.s.n.m., en las provincias de Concepción y Huancayo del Departamento de Junín. La extensión territorial de Runatullo penetraba en la Selva. En 1944-45 esta Sociedad mantiene en perfectas condiciones 9330 vacunos» 90000 lanares y 650 yeguarizos.
(6)Establecida el 16 de Mayo de 1903 sobre la base de loa fundos Corpacancha San Pedro de Caujo y Cuyo, que pertenecían al Mayorazgo de Ríos desde 1602. También estuvieron ubicados en el Departamento de Junín. Entre 1944-45 tuvo más de 64000 lanares y más de 8500 vacunos. Abastecía de carne a la población limeña sacrificando más de 1000 vacunos anuales.






dicato Minero Río Pallanga(l) , la Compañía Minera explotadora Sallapullo y la compañía de seguros Rimac(2}. Años después, hasta 1968, Ricardo Barreda y Laos y sus descendientes, convertidos en los más grandes ganaderos del país, controlan dos de las más grandes empre­sas dedicadas a este negocio:
- SOCIEDAD GANADERA DEL CENTRO." Formada por haciendas cuya propiedad, en muchos casos, procede desde la invasión española:
· Acopalca
· Chamisería
· Suítucancha
· Huari
· Acocra
· Laive
· Ingahuasi
· Punto
· Callanca
· Runatullo
· Viena

- SOCIEDAD GANADERA CORPACANCHA. - De la misma manera, formada por:
. Corpacancha
. San Pedro del Caujo
. Cuyo
Después del 3 de Octubre de 19QB, el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado afecta estas propiedades para ejecutar la política de "Reforma Agraria" que se había propuesto. Aquellas dan paso a las Sociedades Agrícolas de interés Social (SAIS) Cahuide que actualmente te funcionan en el Departamento de Junín.
El mayorazgo Juan José Aliaga y Colmenares, descendiente directo, en la sexta generación, de Gerónimo de Aliaga y, por tanto, he­redero de las encomiendas de éste, se casa con Josefa de la Borda y Rallo que, como mayorazgo de su familia, hereda el título de "Mar­quesa de Fuente Hermosa", vendido por el Rey Carlos III a su abuelo Francisco García Rallo Calderón, en 1761, a condición que, éste tu­viera una renta anual de 70,000 pesos. Juan José y Josefa son pa­dres de Mariana Aliaga de la Borda, casada con Manual Pardo Rivadeneira, burócrata real que llega a Lima en 1794 como Regente de la Real Audiencia. Mariana y Manuel son padres de Felipe Pardo y Aliaga
(1) Se fundó el 17 de Marzo de 1937. Formado por un conjunto de minas ubicadas en el distrito de Marcapomacocha en la provincia de Yauli del Departamento de Junín que pertenecían, todas, al mayorazgo de Vistaflorida. Produce plata, cobre, plomo oro y zinc.
(2) Fundada en 1395. En 1945, su capital representaba B'359,548.63 soles.Desempeña seguros sobre todo tipo de riesgos, y operaciones en todos los niveles de transporte. En 1945 adquirió fincas que abarcaban casi todo el centro de Lima. Más tarde fueron revendidos a precias fabulosos. Algunos de ellos fueron comprados per el imperio Rockefeller para construir las actuales tiendas Monterrey. Finalmente, se dedica a la administración de inmuebles, la mayoría de los cuales pertenecía, por herencia, a los miembros de su directorio.
conocido escritor costumbrista del siglo pasado y Vocal de leí Corte Superior de Justicia durante el Gobierno del Mariscal Gamarra
Pardo y Aliaga, a su vez, contrae enlace con Petronila de La valle, heredera del condado de Premio Real, otro título de Castilla vendido por Carlos III en 1782 a José Antonio de Lavalle y Cortés. De este matrimonio resulta Manuel Justo Pardo y de Lavalle, heredero de la fortuna de sus padres que, a su vez, habían heredado de sus antepasados; nacido en 1834 fue Secretario de Hacienda en 1865, socio fundador del "Club Nacional" en 1855, Director de Beneficencia en 1868, Alcalde Municipal de Lima en 1869, fundador del Parti­do Civilista en 1871 y Presidente Constitucional de la República en 1872.
Como primer mandatario de la nación, logra que el estado le "obsequie" la hacienda Tuman Conchucos, como recompensa a sus servicios. La hacienda tenía una extensión de 1,724 hectáreas. En 1878, Manuel Pardo es Presidente del Senado. Socio de la "Real Sociedad Geográfica de Londres" y de la "Sociedad Geográfica Italiana". Miembro correspondiente de la Academia Española y de la Academia de Be­llas Letras de Santiago de Chile. Fundador del Banco del Perú, en 1863. Empleado de la Compañía Consignataria del Guano en Londres, Miembro honorario de la Facultad de Letras y Ciencias Políticas y Administrativas de la Universidad de San Marcos, y de casi todas las sociedades literarias, de Beneficencia y de Instrucción de Lima. Fue asesinado a su entrada al senado, por el sargento de guar­dia Melchor Montoya el 18 de Noviembre de 1878. El autor intelectual, según la historia, fue Nicolás de Piérola.
Manuel Pardo contrae enlace con Mariana Barreda y Osma, descendiente por línea directa de Diego de Agüero y Sandoval. De la unión de Manuel con Mariana, aparece Felipe Pardo y Barreda, como mayorazgo es heredero del Marquesado de Fuente Hermosa y Embajador del Pe­rú en Estados Unidos de. Norteamérica y Francia. Felipe, fue hermano de Manuel; de Juan} que llega a ser Presidente de la cámara de Diputados; y de José, dos veces Presidente de la República, (1906 a 1909 y de 191-5 a 1919), y, finalmente, Rector de la Universidad de San Marcos.
José Pardo casa, a su vez, con su prima hermana Carmen Heeren y Barreda. De esta unión surge una de las más poderosas familias que, hasta 1969, resulta dueña de 5,348 hectáreas de terreno en la región de Chiclayo. Actualmente es propietaria de una serie de empresas cuyos capitales se originan en sus propiedades agrícolas. La Reforma Agraria de Velasco Alvarado les compró las tierras, dejándolas libres sus empresas. José y Carmen, fueron padres de Enrique, Manuel y Juan Pardo Heeren. Enrique, por ejemplo, hasta 1960, es dueño de acciones en las siguientes instituciones:
NOMBRE CARGO ACCIONES POR:
Banco Central Reserva Director 23'813,705.00Banco Continental Vice-Pdte. 70'689,328.00
Deep Sea Fishing Co. S.A. Pdte. 2 '275,200. 00
"El Pacífico" Co. Seguros Director 7 '000, 000.00
Inmobiliaria San Pedro Pdte. 45'000,000.00
Petrolera £1 'Pacífico Pdte. lO'OOO.OQO.QQ
Soc. índ. Colorantes S.A. Pdte, 1'000,000.00
Inmobiliaria "El Carmen" Pdte. 1'800,000.00
Inds. Cerámicas Gerente 2'742,256.00
Yutera Peruana S.A. Gerente 8'000,000.00
En 1978, Enrique Pardo Heeren, es accionista principal del Banco Comercial del Perú, Y, en 1985, es accionista fundamental de: "Cer­vecería Backus y Johnston S.A.", de la "Compañía de Seguros £1 Pa­cífico" y de la "Compañía inmobiliaria Inversiones Cosepa S.A,".
Según Rubén Vargas Ugarte, la clase dominante peruana constaba de 125 títulos da Castilla; 76 de estos fueron comprados, como nos cuenta Manuel de Odriozola. Tenía además 411 órdenes de caballería, militares y sacerdotales. Solamente, en Lima, se reforzaba con 24 mayorazgos, como nos contaba, en 1917, Vícente G. Quezada, historiador argentino. Con el_ transcurrir del tiempo, la casta oligárquico, ha sufrido modificaciones. En el siglo actual se constituye por 40 poderosas familias, clanes familiares considerados como "primer elementó" de nuestra realidad. De ellos han salido los más altos servidores del gobierno, las figuras más reconocidas por su calidad intelectual: Felipe Pardo y Aliaga, José de la Riva Agüero y Osma, Ja­vier Prado y Ugarteche, Víctor Andrés Belaunde, Raúl Porras Barrenechea y el mismísimo Víctor Raúl Haya de la Torre. De aquí proceden, también, casi todos los altos jefes militares que ha tenido el país.
Analizado sin pasionismo alguno, es explicable porqué este sector social no cuestionó jamás el encomenderismo colonial en el que nacieron. De él solo aflojaron un poco sus riendas de opresión, pa­ra que no se rompieran. De la oposición que hicieron a la colonia, resultó algo pacífico y legal. Fracasaron, frente a una realidad que, como ahora, ya no admitía términos medios. Había triunfado en ellos el espíritu de casta, como definidor de su clase social.
V
Nadie escapó de este sino histórico, ni los más renombrados caudillos militares de las guerras de la independencia; como crio­llos, consolidaron el triunfo de una independencia para criollos y no para el pueblo americano. Después de Chacabuco y Maipu, de Cara-bobo y Boyacá y de Junín y Ayacucho, América continuó siendo más virreinal que en la Colonia. Cuando llegaron al Perú, encontraron que la acción desintegradora de la "yuxtaposición cultural" ejecuta da por la catequización cristiana y la economía mercantil señorial de enclave, eran instituciones tradicionales y sumamente notables. A este hecho ni lo entendieron ni le dieron importancia, por­que 'ellos mismos eran su mejor manifestación.
¿Qué papel desempeñaron hombres como San Martín y Bolívar? Es ésta una respuesta que abarca un profundo y sistemático análisis comparativo entre nuestra realidad, en la que nacieron estos hom­bres, con la europea, en la que modernizaron sus conocimientos adquiridos. Sólo entonces comprenderemos que la filosofía escolástica y educación contra reformista y cristianas que recibieron, fue uno de los principales aspectos que no les permitió, el buen enten­dimiento de los secretos de la Revolución francesa de 1789,
En la Revista Genealógica de Junio de 1975, en un artículo titulado "Los títulos en el Perú" y escrito por Agustín Tovar de Albertis, leemos, por ejemplo, lo siguiente: "El 27 de Diciembre de 13-21, San Martín expide el siguiente decreto que expresa: La noble­za peruana, tiene sus timbres y que es justo que los conserve... la nobleza peruana podrá usar sus antiguas armas, variando los jeroglíficos que sean opuestos a los principios proclamados ... los tí­tulos existentes en el territorio del Estado, que antes se llamaban de Castilla, se denominarían en lo sucesivo títulos del Perú". El primer título que expidió el gobierno Protectoral fue el de Marqués de Trujillo, al Mariscal José Bernardo de Tagle y Portocarrero, en lugar del de Marqués de Torre Tagle. Cinco días después, el Marqués de Trujillo asumió el mando supremo reemplazando a San Martín hasta el 21 de Agosto de 1822. A continuación, se observa en este artículo un listado de los títulos de Castilla cambiados a títulos del Perú por San Martín. Títulos que, al final, se conservaron exactamen­te iguales a como fueron comprados a la Corona durante el virreina­to: Conde de la Vega del Ren (José Matías Vasques de Acuña,) quien formó parte de la Primera Junta Gubernativa; Conde de Torre Velarde (Agustín Quijano Velarde); Marqués de Corpa (Lorenzo de la Puente), de quien, más tarde, descenderían Víctor Raúl Haya de la Torre y el mismo Luis de la Puente Uceda; condesa de Torre Antigua de Orué, título comprado por el encomendero invasor del Siglo XVI que se apropió de las minas de plata de Huancavelica, fundador , la fami­lia Orué y que, con el correr del tiempo, fue conocido por la fami­lia Oré; Marqués de Casa Dávila (José María Sancho Dávila), título que heredó Dolores de Osma y Sancho Dávila, madre de José de la Riva Agüero y Osma; Conde de Vista Florida, título comprado por uno de los descendientes de Diego de Agüero y que, en la época de San Martín, heredaba nada menos que Manuel Salazar y Baquíjano, miembro de nuestra primera Junta Gubernativa.
Ninguno de los más notables hombres públicos de esa época escapa de aquella negativa herencia. Terminada su gesta libertadora, Bolívar, regreso a Caracas para continuar en la administración de sus viejas herencias virreinales, donde la servidumbre la realiza­ban los indios kirikiris.
Cuando se convirtieron en gobernantes del Perú republicano, compararon éste, con realidades más avanzadas, que tampoco entendía ron, y aun con la de ellos mismos. Esta actitud política dirigida por los buenos deseos de establecer instituciones innovadoras que, ayudaran al surgimiento de un "nuevo Perú", fracasó. Cuando admitieron la incapacidad del criollismo peruano para constituir su pro­pio gobierno, admitieron su propia incapacidad. Cuando sostuvieron: la necesidad de una monarquía para el buen gobierno de la naciente República peruana, reconocieron, hábilmente, sus escondidos deseos: monárquicos. Deseos que no ocultaron cuando instalaron, bien el "Protectorado sanmartíniano" o bien la "Confederación de los Andes”
Fue cuando el Perú, desgarrado e impotente, contempló la tradicional continuación de las burlas que, siempre, le hacían al pueblo. Con la aculturación teologal de la catequización cristiana lo habían convertido en el más burdo de los clientes políticos. Fácilmente, aplaudió a aquellas instituciones que de republicanos, nada tenían. Con aquellos aplausos, colaboró más bien al insurgimiento de una nueva manifestación del criollismo americano. Cubierto de un aparente nuevo manto, se convirtió en el criollismo monárquico Nunca como en esta oportunidad, América, el Perú y el mundo, contemplaron mejor, el natural don, santo y cristiano, del oportunismo criollo de las castas tradicionales que, convertido en el espíritu de la ciase dominante peruana, impidió no sólo el desarrollo de su propio futuro, sino que, también, consolidó su tradicional frustración. Aquél "criollismo monárquico" se impuso a los libertadores y se auto sancionó el 8 de Octubre de 1821 con la promulgación del Estatuto Provisional(l) y con la "Constitución Vitalicia"(2) aprobada por Santa Cruz. El más notable de los desintegradores crioillismos americanos, el peruano, había triunfado.
Ni San Martín ni Bolívar pudieron derrotarlo. En el mismo seno materno del criollismo americano, la ambigüedad teorética de sus concepciones republicanas, tenía que hacer crisis. No en vano, el Perú, en el virreinato, había sido el centro del poder continental durante cerca de cuatro siglos. Sus ilusiones republicanas se derrumbaron como castillos de naipes. Con esto no hicieron más que admitir la ignorancia que tenían de los postulados fundamentales de la revolución francesa; principios que en el Perú, debieron deberse manifestado en la eliminación definitiva de sus castas familiares falsamente aristocráticas, de sus instituciones y de su absolutismo encomendero; así como también, en el control estricto implacable del poder eclesiástico, en la anulación total de sus diezmos, en su inmediata expulsión del control que aún tienen sobral la educación e instrucción peruanas, y en la expropiación de todos
(1) Dado por San Martín para el mejor gobierno de loa departamentos libres mientras se dictaba la Constitución. Duró del 8 de Octubre de 1821 al 17 de Diciembre de 1822.
(2) Aprobada por el Consejo de Gobierno presidido por Santa Cruz. Rigió entre el 9 de Diciembre de 1826 hasta el 27 de Enero de 1827.
sus bienes ilícitamente adquiridos, a fin de superar su perniciosa presencia.
Por encima de las epopéyicas gestas que les tocó dirigir, el criollismo como definidor de su clase, el escolasticismo ortodoxo y la fe cristiana, en la que habían sido educados, anuló toda posibilidad de entender al Perú que acababan de libertar, así como para entenderse ellos mismos. Fue cuando todo aquel patriotismo republicano por el que habían venido luchando desde hacía diez años atrás, aquí demostró ser lo que es: selectiva división racial, cultural y económica, defendida, invisible e invenciblemente, por la acción de la fe y del escolasticismo ortodoxo y cristianos y todas sus mixtu­ras ideológicas que permitieron el triunfo, hasta hoy, del patrioterismo criollo, aventurero, medroso y oportunista, en unos casos, y, nihilista, escéptico y conformista, en otros. Sólo así, desde el virreinato, la clase dominante peruana pudo sobrevivir a una República que no fue República sino la continuación del virreinato, aparentemente modernizado.
En su desarrollo, ninguno de.ios proyectos de los libertadores se frustraron. Normalmente se desarrollaron dentro de la inconclusa senda en la que habían nacido y que la historia les había prepara­do. La historia mundial todavía no presentaba gestos superiores a los de Robespierre o a los de Diderot que, peor aun en América, fueron parcialmente ocultados por la Santa Inquisición. No los conocíamos, ni ellos ni nosotros. Su actuación, en consecuencia, no po­día ser de otra manera. Aquella naturalidad no debemos tomarla como la justificación de todos nuestros errores actuales ni, mucho me­nos, como la argumentación histórica que brinde solidez a las erra­das defensas interpretativas de un pasado que debe superarse. Para América, y para el Perú, lo interesante de estos hombres no es, ni debe ser, ni su presencia, ni su actitud, ni su épica. Esto no significa ignorar la importancia de estos aspectos. Lo que nos enseñan estos colosos de la libertad americana es el oscurantismo de la realidad en la que nacieron, se desarrollaron y se realizaron. Oscurantismo, cuya actualidad nos impide entenderías a ellos y a nosotros, al tiempo que los hizo tal como fueron y tal como somos: pueblo ahogado por una ortodoxa espiritualidad cristiana que, peor aún, ha desnaturalizado su innata cualidad de bondad y de sentido artístico, anulándole, obviamente, todo sentimiento de orden, moralidad y respeto. Para entender esta tragedia, la presencia de estos hombres ha sido, y es, necesaria. Sus triunfos, a pesar que fueron pírricos, son el cimiento para las futuras victorias americanas' Vistos desde hoy, y con mejores argumentos, los historiadores actuales deben ubicarlos en su verdadera dimensión histórica. Colocados con siste­matización en los tiempos del universo americano y peruano, espe­cialmente, son necesarios e imprescindibles. Para el Perú que liberaron no fueron convenientes, sin embargo, para la emancipación americana, tenían que liberar a! criollismo peruano. Debilitaron las oligarquías criollas de Venezuela y Colombia; de Chile, Argentina y Uruguay, pero tenían que ceder a los caprichos de la oligarquía peruana, para garantizar la libertad continental.
VI
España divide al país para una mejor organización de su gobierno y de su control. Resultantes de esta acción son las Intendencias partidos, gobernaciones y parroquias. En las intendencias, el intendente es nombrado por el Rey, sintiéndose, por esto, más poderoso que el Virrey. Los sub-delegados, gobernaban en los partidos, hoy provincias, con las mismas facultades políticas y judiciales que los intendentes. Los gobernadores, administraban la gobernación y dependían del sub-delegado. Finalmente, las parroquias, gobernadas por los curas.
Cada Intendencia tenía su propia organización política y burocrática. Estructura que obedecía a la actividad económica que dominaba en la zona.: Poderío agrícola, minero o comercial, del que resultaba un poder igual o mayor que el gobierno central limeño. Las familias, económicamente más poderosas del momento, con familiares en el gobierno central limeño, generalmente, formaban parte de la corte virreinal y ocupaban los cargos principales de las instituciones burocráticas del estado central radicado en Lima: la Secretaría y Asesoría General del virreinato, el Juzgado General de Indios, la universidad de San Marcos, el Tribunal del Consulado, el Tribunal de Minería, la Casa de la moneda, las aduanas, etc.
El poderío económico de las intendencias era notable. Lima no pasaba de ser una institución meramente política; centro de procesiones y de santos; eje americano del orgullo nobiliario y de las tradiciones aristocráticas; lugar donde se daban cita el negro, el mestizo y el aristócrata, para sus intrascendentes tertulias, donde frecuentemente las damiselas y los señoritos de estos esclarecidos linajes, se citaban en los "palcos ocultos" de la Plaza de Acho para entregarse a toda clase de desordenes y licencias, en los brazos de acompañantes de cualquier escala social.
Desde la invasión del siglo XVI, los encomenderos someten a sus caprichos a las Intendencias. De aquí surgen las aristocracias regionales. La decadencia de estas se inicia a mediados del siglo XVIII cuando algunos títulos mayorazgos pasan a residir a Lima.
Triunfantes los genios de Carabobo y Maipú, les resulta fácil tal cambio de nombres en las instituciones. A esto corresponde el natural "comouflage" de la antigua clase encomendera, en republicana. Por el Virrey, el Presidente; por las Cortes Virreinales, el Parlamento, poblado por los mismos vientos de fronda cortesana y virreinal; por el Tribunal del Consulado, que fue fundado por el Marqués de Montesclaros en 1613, la Cámara de Comercio, que empezó a llamarse así desde 1886; por las intendencias, el Departamento; por los Partidos, las Provincias; por el Intendente, el Prefecto Algunas otras instituciones continuaron iguales hasta hoy, como por ejemplo el Colegio de Abogados, las parroquias, el te deum, los gallos, los toros, etc. En conclusión, la independencia no lesionó las esencialidades, ni espirituales ni materiales,
Al escucharse el grito de libertad en Huaura, era lógico que las principales familias de las tradicionales aristocracias regio­nales, aparecieran dirigiendo los destinos de los nuevos departamentos o ex intendencias. El Departamento de Tarma, obedece a las or­denes de José Gomales de Prado y de Felipe Antonio Alvarado. El de Cusco, se somete a los caprichos de Pío Tristán, posteriormente Presidente del Perú, en, la época de la Confederación Perú-Bolivia. Huancavelica es dominio de José Montenegro. Puno se sujeta a la vo­luntad de la poderosa familia Echenique. Huamanga es propiedad par­ticular de la poderosa familia de Gerónimo de Boza Solís, "Marqués de Casa Boza"(l). Trujillo es posesión del "Marqués de Torre Tagle" y de la poderosa familia Orbegozo, llegada al Perú en 1645, clan de encomenderos de Zana, Trujillo y Cajamarca, dueños, hasta 1969, de las poderosas haciendas "Chuquisongo y Chiquitoy". Arequipa es im­perio de Juan Bautista de Lavalle, "Conde de Premio Real"(2), de Manuel Paz Soldán, de José María de la Jara y de la familia Belaúnde. Finalmente, Lima, es señorío de José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete ó de otros encomenderos como Pedro de la Puente o de Ignacio de Osma y Tricio, etc. En Lima, Tarma, Cusco, Huancavelica, Huamanga, Arequipa, Trujillo y Puno, se organizan las aristo­cracias regionales, sustento de la semifeudalidad y semicolonialidad que nos hablara José Carlos Mariátegui.
En el virreinato, el conjunto de enclaves, encomiendas o ha­ciendas, se llamó Intendencia. El intendente era su máxima autori­dad. Generalmente representábala la familia más poderosa de la zo­na, distinguiéndose por la 'pureza de su linaje. Por esto, era nom­brado en el cargo, directamente por el Rey y no por el Virrey, se­gún lo establece Mariano Felipe Paz Soldán y las mismas ordenanzas reales de la época. Desde este punto de vista, su autonomía política frente a las autoridades limeñas era algo así como un rango no­biliario y su burla constante a las autoridades estatales, manteni­da por él mismo, terminaba en un nocivo ejemplo de aristocrática propiedad. Desde su alto cargo defendía a los otros encomenderos, como él, de su zona. Obviamente, esta autonomía regia le permitió defender la libertad necesaria para sus actividades comerciales, directamente con el extranjero, y siempre dentro de la legalidad establecida por el monopolio comercial de la época. Desde luego, el Intendente no dejaba de representar sus intereses ni los de los otros encomenderos establecidos en su área de influencia.
(1) Ver anexo N 2







(2) Ver anexo N 2








Las ciudades principales de la Intendencia, que mas tarde se convertirían en capitales de Departamento, no harían sino reflejar éste ambiente político, social y económico, establecido por su Intendencia. Se mantuvieron en una actividad económica que no pasó los márgenes de la transacción local, de exportación y de importación. Por esto, la actividad comercial entre los nativos de cada zona, o enclave encomendero, sé redujo, en muchos casos, al trueque. Reservándose los encomenderos el privilegio de comerciar sus productos con el extranjero. Este comercio lo real izaban utilizando os puertos naturales de cada intendencia, considerados también co­to su natural propiedad. En Lima usaban el de: Chilca, Chorrillos, Chancay, Ancón, Huacho, Supe, Huarmey, Casma, Samanco, Chimbote, Santa y Caho; en Trujillo: Guañape, Salaverry, Huanchaco, Brujo, Pacasmayo, Cherrape, Eten, Pimentel y San José de Lambayeque; en Piura; Paita, Sechura, Tumbes y Máncora. Aquí no mencionamos los puertos ubicados al Sur de Lima. El hecho fundamental es que desde aquí se burlaba el pago de impuestos que, por las actividades comerciales, exigían a las autoridades limeñas. Los productos que generalmente se exportaban eran el azúcar, el algodón, los cueros y los minerales como el oro y la plata. Lo que importaban respondía solamente a sus competitivas demostraciones de lujo y de boato que sacan a relucir en sus fiestas, en sus misas o en sus procesiones re­ligiosas; o cuando no, exhibían bien en los palaciegos salones de la Corte virreinal, bien en los paseos dominicales del jirón de la Unión o del Paseo de Aguas o bien en la Plaza de Acho, establecidos en Lima.
La capital del virreinato, que tampoco dejaba de ser ciudad importante de una Intendencia, se diferenciaba de sus similares por cuestiones sin importancia. Aquí confluían las ostentaciones vanidosas de todos los propietarios de los enclaves regionales. A través de su insultante lujo exhibían sus amores, mostraban sus débilidades y, ocultamente, pregonaban sus rencores. De esta manera, en la Corte virreinal, en las casonas solariegas, en las parroquias, y en las calles de Lima, se vivía en grande, lo que en chiquito, se vivía en la Provincia. Lima, como hasta hoy, no dejaba de ser una provincia grande tan solo porque en ella vivía el Virrey. El señorío aquella institución que le determina al "señor" creerse dueño de la vida de los habitantes de su propiedad, así como de la de sus des­cendientes, junto a la autonomía regia, genera en el encomendero el Paternalismo encomendera americano que debidamente santificados, le permite encubrir su ilícita propiedad sobre su enclave y to­ta, lo que éste representa.
Esta relación entre lo económico y el modo de pensar escolástico, y viceversa, reafirma el sentido de propiedad total y absolu­ta del encomendero sobre su encomienda. Desde luego, como esta es­tructura económica no cambió con la independencia, el nacionalismo leí que nos hablaron los encomenderos resultó una farsa. Fue un na­cionalismo abstracto, no republicano; su manifestación política, democracia, tenía que ser igual, abstracción vaga, imprecisa. Sólo de esta manera podía ocultar sus verdaderas intenciones: la defensa cerrada de sus enclaves y de todo lo que se identificaba con estos. Durante mucho tiempo la clase dominante peruana hizo pasar este chauvinismo regionalista por nacional ismo republicano. El regiona­lismo no era más que la división nacional que a ella le convenía para gobernarnos mejor. Este fue el fundamento de la libertad por la que luchaba desde el Parlamento; mediante ésta ocultaba la nego­ciación y explotación dolosa de sus enclaves.
En defensa de "su" nacionalismo, muchas veces vendió sus propiedades, perpetuamente, al extranjero. José de la Lama, por ejemplo, heredero virreinal de las haciendas de la Brea y Pariñas, las vende a perpetuidad a la compañía inglesa Perú London Company quien, más tarde, vendería sus acciones a la Compañía norteamericana Inter nacional Petroleum Company. Ejemplos como éste abundan en el Perú. Escojamos algunos al azar.
Juan Agustín Canaval fue un español que llegó al Perú a fina­les del siglo XVIII. Aquí, el Virrey Abascal lo nombró teniente de la segunda compañía del Regimiento de Huaura. En este cargo tuvo destacada labor; por este motivo el Virrey Abascal le regaló los fundos de "Upaca", "Araya"; "Potao" y "Paramonga", ubicados en el valle de los ríos Fortaleza y Paramonga, al norte de Lima. Conver­tido en "señor", este señorío lo hereda su hijo mayor Iván Canaval, que es, precisamente, quien da posada, en su hacienda de Paramonga, al libertador Simón Bolívar. Las propiedades de Iván las hereda, como es de suponer, su hijo mayor, Enrique José Mansueto y Canaval, quien a su vez, aumenta la fortuna heredada al convertirse en accionista fundador del Banco Hipotecario, en 1866. Siguiendo con la tradición, el hijo mayor de José Mansuete, Enrique Canaval y Munarris, sería el heredero natural de las propiedades y de la fortu­na del padre. A la muerte de Enrique, el 30 de Marzo de 1886, sus propiedades y fortuna pasan a poder de su mujer, Enriqueta Bolívar y Pardo quien, a su vez, descendía de Gerónimo de Aliaga, invasor que llega con Pizarro. La viuda Enriqueta contrae segundas nupcias con Fernando Soria y Llano, propietario del fundo "La Venturosa", ubicado en Pachacamac(1) y de los fundos "El Inquisidor", "Pulido", "El Olivar", "Macas", "Casablanca" y "Trapiche", ubicados en el va­lle de Carabayllo(2). Este exceso de propiedades permitía a Enriqueta vender al comerciante Irlandés William Russel Grace (3), lo que había heredado de su primer matrimonio. De esta manera, un comer­ciante como Grace resulta dueño de las haciendas que el Virrey Abascal le regalara al español. Juan Agustín Canaval. Posteriormente,
(1) Valle ubicado al Sur de Lima.
(2) Valle ubicado al Norte de Lima.
(3) Toda la fortuna de este comerciante irlandés crece a partir del negocio que realiza con Enriqueta Bolívar y Pardo. Tomemos, en esta oportunidad, las palabras textuales de Emilio Romero, en las pags. N2 347, 348 y 349
Grace aumentó sus propiedades, comprando éstas a antiguos encomen­deros. En 1882 compra la hacienda "Cartavio" a los descendientes de su primer dueño, Gaspar Antonio Ramírez de Laredo, poderoso enco­mendero establecido en Trujillo a finales del siglo XVI. Más tarde, compraría el fundo "El Chilcal", en el valle de Cañete, a quienes fueron sus dueños desde el siglo XVI, el Convento de la Buena Muer­te y quienes, a su vez, lo habían mantenido alquilado al comercian­te escocés Enrique Swayne y Wallace llegado al Perú en 1824-, y a sus herederos. Del mismo modo, Grace compraría la hacienda "Huayto", también en el valle de Cañete, al Presidente Leguía quien, la compraría a otro presidente, el General Canevaro. De esta manera, Grace establece en 1889 la empresa "Compañía Ingenio Central de Car tavio", en Trujillo, y "Paramonga Limitada S.A., en los valles nor­teños.

de su "Historia Económica del Perú"/ editado en 1949, por la editora ar­gentina "Editorial Sudamericana S.A.": "A fines del año 1S49, nos dice, salió de Waterford, Irlanda, el barco "Buisa" con algunos inmigrantes deseosos de establecerse en el Perú. El doctor John Gallagher, en su afán de auxiliar a sus compatriotas y ofrecerles mejor porvenir que en su tierra nativa, les ofreció trabajo en una hacienda vecina de Lima de su propiedad, y que también había comprado a Enriqueta. A. la cabeza de los irlandeses llegó un hombre enérgico y de carácter, el señor James Grace, acompañado de su hijo de 19 años Wiiliam Russel Grace. Los colo­nos irlandeses no prosperaron y regresaron a su país natal, incluso Ja­mes Grace, pero su hijo Wiiliam se quedó en el Perú empleado en una tienda del Callao, fundada por un descendiente de conocida casta encomendera de lea, Pablo de Vivero, y de propiedad de John Bryce, comerciante in­glés, para vender artículos navales. El joven Grace tomó como principal actividad el proveer de víveres a los barcos del Callao. Más tarde, cuan do comenzó el tráfico guanero, concibió la idea de equipar un buque al~ macen cerca de las Islas Chincha para negociar víveres y entonces mandó traer a su hermano Michael Grace como ayudante. Muy pronto figuró en el Callao cerno razón social la firma Bryce-Grace y Cía. Era costumbre entonces que I0s veleros fueran conducidos por sus capitanes, acompañados dé~ sus familiares. Así llegó un día del año 1850 al Callao un elegante ve­lero de propiedad del americano George Gillchrist. En esa oportunidad Wiiliam conoció a la hija del Capitán, la señorita Liilian Gillchrist, contrayendo matrimonio poco después en Thomastown, Maine. Entre tanto murió el principal Bryce, pasando el negocio a ser solamente Grace, es decir w.R.Grace y Cía, en el Callao.
En 1862 dos cruceros americanos anclaron en la bahía del Callao. Eran tiempos de la guerra civil norteamericana y la tripulación del barco es­taba impaga y sin víveres, y, lo peor de tedo, sin crédito ni esperanzas-de mejoramiento. Wiliam Grace, tuvo fe en la victoria de los partidarios de Lincoln, con quienes simpatizaba, y prestó todo su auxi­lio a los dos buques americanos. Este hecho hizo a Grace conocido en los Estados Unidos. Años más tarde, víctima de una grave enfermedad viajó a la gran república del norte y se curó, decidiendo establecerse en Nueva York, entregando los negocios de la casa principal del Callao a su her­mano. Por su parte, fundó en Wall Street una sucursal de su casa peruana y adoptó la ciudadanía norteamericana. Pronto triunfó su» talento fi­nanciero. Lo vemos como Director del Banco Lincoln, de la Pacific Steaa» Navigation Co., de la New York Life Assurance y Presidente de la Ingersell Rand, asegurando el éxito de todas las empresas en que tomaba parte
Este cuadro no quedaría así, la tradicional incapacidad de los encomenderos fue hábilmente aprovechada por la astucia de Grace. Es te comerciante que llegó a mediados del siglo pasado, pregonando mercancías baratas y algunas boberías que otro le dio fiadas, tuvo éxito. Después de su negocio de abarrotes, del que salió la fortu­na necesaria para adquirir sus grandes propiedades territoriales, se dedicó al negocio de transportes navieros, conectando las islas Chincha con el Callao. Para esto, las leyes del estado peruano, a-probadas por los mismos encomenderos, le brindaban todo tipo de facílidades.
Años después, el heredero de la fortuna Grace en el Perú, Michael, compra las minas de Pasco y los ferrocarriles a Alejandro Ro bertson, otro norteamericano que, a su vez, las compra a Juan GT Meiggs, hijo de Henry Hoyt, hijo a su vez de Henry Meiggs.4), cons­tructor del Ferrocarril Central Lima - La Oroya, a cambio de darle dinero al estado peruano en calidad de préstamo, para que solucionara sus problemas fiscales. Para llevar a feliz término aquella finanza, Henry Meiggs exigió como garantía a todo el área geográfica que iba a ser atravesada por el ferrocarril. Cuando el estado peruano no tuvo dinero para cancelarle la deuda, Meiggs se apropió de las minas de Cerro de Pasco y de Junín, y también del ferrocarril.
En aquel tiempo, los ministros y parlamentarios que incentivaban y defendían la política económica de Meiggs, eran, nada menos,

como un mago financiero.
En 1874 se hizo armador y estableció una línea de veleros ligeros ce carga entre Nueva York y Perú, dando la vuelta por el Cabo de Hornos. Años más tarde se lanzó su nombre como candidato a la Alcaldía de Nueva York/ ante la oposición sorda de toda la prensa, que lo acusaba de 3er un advenedizo irlandés que había pasado toda su vida en el Perú, sin co­nocer nada de la vida norteamericana. Entonces surgió el capitán de uno de los famosos barcos americanos que atracaron en el Callao durante la guerra civil, Mr. Eldridge, a la sazón Contador General de la Armada Norteamericana, y dio a conocer por Id prensa la actuación de Grace en el Callao. La opinión c'&Ixca se volteó violenta y apasionadamente a su favor y obtuvo un triunfo electoral sin precedentes. En 1394 fue otra vez elegido Alcalde de New York.
Wiiliam Russel Grace, mencionó la idea de la apertura del Canal inter­oceánico por Nicaragua y la presentó al Presidente McKinley. Ese gran hombre de negocios murió en el año 1904, habiendo fundado una dinastía de hombres de gran empresa como, su hijo Joseph Grace y sus su­cesores. Wiiliam Grace creó, también hombres de primera línea y de gran empuje en las finanzas norteamericanas, como Stewart Iglehart, Luis Sena efer, Maurice Bouvier y otros, que continuaren engrandeciendo a W.R.Gra­ce y Cía., organización colosal. Iglehart residió muchos años en el Pe­rú y dio un gran impulso a la navegación marítima, estableciendo además la organización llamada de los "Santas" (1928).
(4) Nacido en Inglaterra, llegó a Lima en 1868. Fue Constructor del Ferro­carril Central Lima-La Oroya. Fue padre de: Henry Heyt que asociado con el inglés Charles Watscn, fundó la casa comercial Watson and Meiggs en Valparaíso; de Manfred 3ackus; de Minor Keith; y de Fannie Kip, que en 1376 casó con el inglés Alexander Robertson, empleado de la firma
que los herederos de los encomenderos, quienes, desde el siglo XVI, se apropiaron ilícitamente de las tierras de Junín y de Cerro de Pasco. Es bueno para esto, recordar a Manuel Justo Pardo y de Lavalle quien, como Diputado por Junín, clamaba y defendía la políti­ca económica de Meiggs; a José Gálvez, Rector del Convictorio de San Carlos en 1855 y Decano del Colegio de Abogados en 1865 quien; al casarse con Ángela Moreno Maíz resultó co-propietario de ricas minas en el Departamento de Junín, que también pasaron a manos de Meiggs.
Todos los entresijos de la historia peruana tienen su explica­ción. Esta no puede hacerse- si no se hace en forma sistemática y veraz. Es un condicionante inevitable que requiere de la suficien­te hidalguía para reconocer que se estuvo equivocado, durante mu­cho tiempo, en la interpretación de la realidad peruana. Quienes rechacen esta verdad, demuestran: ignorancia de su propio aconte­cer; historicismo fragmentado; o bien, el intencionado ocultamiento de hechos que responden a compromisos ocultos con quienes desean que, del Perú, no se conozca nada, para seguir sobreviviendo. Hasta hoy desconocemos la audacia de los comerciantes que llegaron al Pe­rú en nuestros inicios republicanos, a hacer fortuna, Grace, es uno de los ejemplos más demostrativos de esta parte de la historia pe­ruana. El sabía perfectamente de la riqueza cuprífera existente en Cerro de Pasco. Esto se sabía desde mucho antes de la guerra con Chile. Cuando Henry Meiggs, en sociedad con otros comerciantes ex­tranjeros de la época: el prusiano Julio Pflucker llegado' al Perú, en 1825 y el alemán Gildemeister, radicado en Lima a finales del siglo pasado, se asociaron para explotar el socavón de Rumiallama en Cerro de Pasco. Por esto, años después de la Guerra con Chile, en 1897, no se descubren yacimientos de Cobre en Cerro de Pasco, como equivocadamente sostiene Carlos Malpica Silva Santisteban en su libro "Los Dueños del Perú"; simplemente, en aquel año, se con­firma la existencia de aquella riqueza. Desde entonces el Perú has­ta hoy, se vio invadido por una nueva suerte de aventurerismo ocul­to tras el manto de un aparente tecnicismo que nos decía traer. El geólogo y el ingeniero yanquis convirtieron* al Perú en una moderna versión del Oeste norteamericano, donde el colono que llegaba pri­mero a la tierra añorada, se apropiaba de ella. Esta labor se facilitó con las leyes peruanas. Permitieron que los negocios de extranjeros establecidos en el Perú, fueran administrados de acuerdo a las leyes del país de su propietario. En el Código de Comercio de 1834, bajo el gobierno del General Salaverry, en el art. 694, se


Sawerrs, Wocdgate and Company- Manfred casó, en 1875, con la dama de la nobleza limeña Lucrecia Soto de Santiago, ambos son padres de Lucrecia casada con Alfredo Valle Riestra, de quien desciende el actual Senador de la República Javier Valle Riestra; de Manfredo, nombrado directamen­te por su padre superintendente de las salitreras de Mejillones, enton­ces parte de Bolivia y que vivió en Lima hasta 1940; de Fannie, casada con Jorge Briseño.
puede observar, por ejemplo, los siguiente: "se permite al extran­jero que tenga en el Perú un establecimiento mercantil en que sólo venda al por mayor, el que pueda disponer de él, sujetándose a las leyes del país de su nacimiento".
Por esto, en el año 1902, Grace establece en Nueva York la em­presa Cerro de Pasco Investment Company. Su finalidad era la explo­tación del cobre peruano de Cerro de Pasco. Lo que debió de haber nacido en territorio peruano prefirió al norteamericano. Con el am­paro de las leyes peruanas, ésta, era la mejor manera de evadir el pago de impuestos que, por derecho de importación, se deberían de pagar al estado peruano.
El éxito, en este negocio de Grace, fue inmenso. Lo consigue cuando, a cambio de sus acciones, aporta los derechos que adquiere sobre la Mina de Cerro de Pasco y del Ferrocarril Lima - La Oroya. Después de esto, Grace, procede exactamente igual que con sus pose­siones agrícolas. Aumentó su poder minero. Habilitaba capitales e insumas a los pequeños y medianos mineros de su área de influencia. Cuando éstos no podían cumplir con el pago de sus deudas, se apro­piaba de las minas. Lentamente fue monopolizando la producción mi­nera de la zona. En 1886, reafirma este monopolio cuando, converti­do en apoderado de los tenedores ingleses de bonos de la deuda ex­terna peruana y girando cheques en blanco a los parlamentarios, lo­gra que las cámaras legislativas aprueben el lesivo contrato que lleva su nombre. Con aquel célebre "Contrato Grace" logra la libre exportación de sus productos. Con el terreno libre de obstáculos y con mayor área minera en su poder, en 1908 crea la empresa "Morococha Mining Company"; en 1915, la empresa anterior, la convierte en la "Cerro de Pasco Cooper Corporation", que se desenvuelve de acuerdo a las leyes del estado norteamericano de Delaware, donde tiene establecida su oficina matriz. Luego de esto podemos suponer el fá­cil desarrollo de este empresario irlandés.
1.- EN EL SECTOR AGRARIO
- La "Sociedad. Agrícola Paramonga Ltda."
Comprende las haciendas: , . Upaca . Araya . Potao
. Paramonga y la Quebrada
. El Chilcal
. Huayto y Carretería
. Cerro Blanco y la Quebrada
. Las Monjas
Haciendas que, ubicadas en el Departamento de Lima, signifi­caban 7,203 hectáreas de terreno y que en 1968 le representa­ba a Grace una inversión de 1,139'599,399.00 soles oro.
- Cartavio S.A. . Cartavio
. Sanelipe
. Ñepén
. Arriba
. Yacutiñamo
. Cartavio viejo
Todo el conjunto de estos terrenos representaban una propie­dad de 5,196 hectáreas, sin contar un total parcial de 7,488 hectáreas más que, según Grace, correspondían a terreno eria­zo que, desde luego, los campesinos no podían usar. Llegado 1968,. el conjunto de estos terreno? representan para Grace una inversión de 597'327,396. 00 soles oro.
2.- EN EL SECTOR GANADERO
Es propietario de grandes extensiones de tierras distribuidas en el Departamento de Junín, Pasco y Huánuco, las adquirió, co­mo siempre,, ilícitamente. Hizo que los humos que emanaban de sus fundiciones mineras no se purificaran. Estos, al caer sobre las propiedades mineras vecinas, le eliminaban toda posibilidad de producción óptima; forzadamente llevados a la ruina sus dueños se vieron obligados a venderlas a precios irrisorios. Lógi­camente, el más poderoso vecino de la zona, la Cerro de Pasco Corporation, tenía que ser el comprador. De esta manera, Grace, propietario de la compañía,' se apropió de más de 300,000 hectá­reas de tierras para cultivar y para ganado. Después de esto, sucedió lo que tenía que suceder, los humos de las fundiciones de Grace se purificaron, y, las haciendas de: Casaracra, Pachacayo, Atocsaico, Consac, Jatunhuasi, Pucará, El Porvenir y Pa­ría, pasaron a constituir el poderoso DEPARTAMENTO GANADERO DE CERRO DE PASCO CORPORATION. Esta sección, junto con otras pro­piedades en el valle del Mantaro y en las cercanías de Huánuco, cumplirían con los objetivos de la empresa. No tenía necesidad de buscar mano de obra fuera de los límites de su jurisdicción territorial. Ello, le hubiera significado elevar los costos de la misma, con el riesgo de que siendo de otro lugar, el traba­jador, podría ser portador de ideas que alteraran la tranquili­dad de su zona. Para esto había adquirido las haciendas ganade­ras. En elld3 había llegado a tener, en 1968, ganado ovino por una cantidad de 146,094 cabezas y 2,000 vacunos. Con esto, auto abastecía de carne y de leche a sus obreros y a sus empleados. Los abarataba el costo de vida, al tiempo que les satisfacía sus necesidades materiales, como: vivienda, colegios, escuelas, y hospitales. ¿Qué se ocultaba detrás de todo esto?. Abaratar los costos de extracción del mineral que se exportaba. Comercialmente, este hecho no hubiera tenido ninguna importancia, si su influencia no fuera tan negativa para los destinos nacionales, hasta hoy.
Con aquel abaratamiento del costo de vida y con aquella comodidad, Grace obligaba al trabajador a quedarse de por vida en su zona y, en muchos casos, hasta defenderla. Lo aislaba del resto del país. Lo reducía a un sedentarismo triste, analfabeto conformista, humilde, sin orgullo de ser, siquiera, ser humano. Con la defensa bestial de estas características regionales se le inculcaba al trabajador, se le ocultaba su inhumana explotación £1 tradicional regionalismo del virreinato continuó era la Re­pública. Debidamente modernizado, al trabajador de la Cerro de Pasco Corporation se le reducía a su tradicional educación religiosa; a una aparente alegría con el semimodernismo que la em­presa le permitía hacer llegar, y a una actividad económica es­tancada en el intercambio mercantil, o trueque comercial, de las inservibles cosas de la modernidad del momento. El capita­lismo mercantil y la economía de enclave regional del virreina­to, continuaron en la República. Después de la juramentación de la independencia, sólo cambiaron sus formas. Se modernizaron de acuerdo a los caprichos del imperialismo de turno.
¥ - EN EL SECTOR TRANSPORTES
Mientras esto ocurría, el "señor" Grace podía exportar tranquilamente el mineral que "sus" trabajadores de "su" compañía ex­traían del suelo peruano. Todo, en los negocios de este "señor", estuvo debidamente planificado. Para acumular más ga­nancias de las que tenía, los costos del transporte del mineral que extraía los redujo a cero. Para esto era dueño de la "CERRO DE PASCO RAILWAY COMPANY", empresa que administraba el ramal ferrocarrilero Oroya-Cerro de Pasco. Por lo mismo, también era dueño del ferrocarril SUPE-BARRANCA-ALPAS, que le permitía transportar el azúcar elaborado en sus ingenios de Paramonga y Pativilca., Llegados a puerto, el mineral y el azúcar, al Callao y a Supe, respectivamente, se distribuían en el mercado mun­dial. También para los efectos de este hecho, resultaba dueño de la EMPRESA NAVIERA GRACE Y Cía. que, establecida en el siglo pasado, mantiene hasta hoy la poderosa flota de barcos "Santa".
4.- ¥24 EL SECTOR COMERCIAL
Dueño de tan poderoso sistema de transportes, Grace, no. tenía porqué dedicarse exclusivamente a la exportación de sus productos, como es de suponer. Su negocio tenía que ser más contunden, te, por tanto, necesitaba importar. Para sus transacciones co­merciales de importación y de exportación, tenía también sus empresas representantes. La tienda de abarrotes que Grace adqui_ rió en el siglo pasado, la CASA COMERCIAL GRACE Y Cía., creció y se distribuyó. Se ubicó en lugares estratégicos del territorio nacional. Hacia aquellos lugares, ubicados dentro de la ruta que hacían, los barcos de su flota naviera, llevaría los intrascendentes productos que aplacarían los fantasiosos anhe­los modernistas de sus pobladores. Para esto, Grace tenía el apoyo del Gobierno peruano. De éste había conseguido las leyes favorables a la libre importación; es decir que, no pagaría impuestos en las aduanas portuarias al momento de introducir sus productos en suelo peruano. Grace, sin embargo, los vendería de acuerdo a los precios internacionales más su recargo o ganancia por concepto de transporte. De esta manera, la Casa Comercial Grace tuvo su representante en Arequipa con la "THE MULLENDO AGENCIES" y, en Cerro de Pasco, "CERRO COMERCIAL" que, en 1968, movilizaba un capital de 2'448,670 dólares.
EN LA MINERIA
Después de tan apreciable crecimiento, Grace decide, en 1951, comprar la mina de Casapalca a Backus y Johnston, quien durante el siglo pasado la había comprado a antiguos descendientes de encomenderos. Después de esto, la Cerro de Pasco Cooper Corpo­ration se convierte en "CERRO DE PASCO CORPORATION". Este cam­bio de nombre respondía a un convenio: Peter Grace, hijo de Mi­guel, se asociaba a Nelson D.Rockefeller. A partir de aquí, la riqueza peruana se distribuía entre dos imperios. De esta manera dos norteamericanos poderosos se convirtieron en dueños absolutos de las minas de: Cerro de Pasco, Yauricocha, Casapalca, Morococha, San Cristóbal, Goyllarisquizga y Cobriza. Este imperio minero de Cerro de Pasco Corporation, o mejor, de Grace y Rockefeller, ubicado entre los departamentos de Lima, Pasco, Junín y Huancavelica, no cesaría de crecer, seis años después de establecida Cerro de Pasco Corporation, entre 1957 -60, se da inicio a la explotación cuprífera a tajo abierto del yacimiento de Toquepala, ubicado al Sur del Perú, en el depar­tamento de Moquegua. La "SOUTHERN PERU COOPER CORPORATION" se­ría la encargada de esta explotación.- Esta empresa norteameri­cana formada por otros socios poderosos, entraría en su máximo rendimiento cuando, entre 1976 - 78, comienza a explotar los ya cimientos de Cerro'Verde y Cuajone, yacimientos que se consti­tuyeron en el aporte de la "Cerro de Pasco Corporation", para la constitución de la Southern. A cambio de ésto, Cerro de Pas­co Corporation - Grace y Rockefeller - recibían el 22.25 % de las acciones de la Southern que, en 1968, equivalía a un capi­tal de 33'202,698 dólares. Mientras esto ocurría por el Sur, por el Centro, Cerro de Pasco tenía una política comercial de­finida con los pequeños y medianos mineros de su zona. Era una actitud que al permitirle el control total y absoluta de la misma, le aumentaba sus ganancias por concepto de transporte no hay que olvidar que continuaba como propietario de su poderosa flota naviera que el gobierno del general Velasco no expropió , al tiempo que le permitía apropiarse de los yacimientos mine­ros, tal como lo hizo Grace en sus inicios. Unas veces Cerro de Pasco, Corporation les compraba a los medianos y pequeños mineros el mineral de acuerdo al precio doméstico que, capricho­samente, les establecía. Después de esto los revendía al extranjero respetando los precios del mercado internacional, ganando "limpiamente” la diferencia. Otras veces les entregaba dinero a cuenta del mineral que extraían y que Cerro debería vender en el extranjero, desde luego que, por esta gestión de venta, Cerro cobraba su comisión. En sociedad con Rockefeller, Grace se hizo más poderoso, indudablemente. En 1970, se constituye en una de las más poderosas firmas de compra y venta de cobre que dirige el 9 % de las exportaciones peruanas de este mineral. Así, un comerciante irlandés, que llegó a la aventura el siglo pasado, constituyó un imperio que en 1970 lo haría participar en el reducido grupo de empresas extranjeras que controlan el 83 % de la exportación cuprífera mundial. Los destinos del co­bre peruano no satisfacen, desde luego, las necesidades de su propio país. La Cerro de Pasco Corporation lo destina a 'otras empresas afiliadas a su imperio económico ubicadas en Estados
Unidos de Norteamérica, a los miembros de la Alianza Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), o bien, a su más importante cliente, la compañía inglesa "Cooper and Brass".
OTRAS EMPRESAS DE GRACE
La voracidad del imperio Grace no se detuvo, fácilmente creció, Grace no tuvo la culpa de esto. Culpables fueron los descendientes de los encomenderos del virreinato y de la invasión españo­la que, enquistados en los gobiernos republicanos, actuaron con su viajo criterio señorial que les permitía vender "sus propiedades" al mejor postor. Cuando no, su misma incapacidad les permitía asociarse con los extranjeros.
Por esto, Grace, o la Cerro de Pasco Corporation, participó en el 33 % de las acciones de la compañía de minas "BUENAVENTURA S.A.", que, en 1968, manifestaba un capital de 203'930,248.00 soles oro.
Lo mismos sucedió con la "COMPAÑIA MINERA RAURA S.A.".; Allí, Cerro de Pasco Corporation participó con el 60 % de acciones de un capital total que, en 1960 arrojaba, 127''311,860.00 soles oro.
También es accionista de "LAMPA MINING COMPANY", de quien no tenemos datos suficientes.
En la explotación petrolífera peruana también interviene, cerno dueño de un millón de hectáreas de denuncios petroleros en la Selva se constituye como CERRO PETROLEUM CORPORATION. Estos denuncios, curiosamente, están ubicados en los lugares que hoy explota la "OCCIDENTAL PETROLEUM COMPANY".
Después de esto es necesario recordar las otras empresas en la que Grace, no la Cerro de Pasco Corporation, aparecía como principal accionista y que jamás gobierno alguno lesionó en sus in­tereses.-
EMPRESA • CAPITAL EN 1968
IMACO - International Machinery Company. 53'285,002
■Arturo Field y la Estrella Ltda. 43'991,127
Automotores S.A. 18'070, 887
France Peruana de Industrias. 21'161, 966
Envases San Martín S.A. 25'606,190
Indeco Peruana S.A.
Cía. Industrial del Centro.
REPSA - Refractarios Peruanos S.A.
EXSA - Explosivos S.A.
MEPSA - Metalúrgica Peruana S.A..
Cía. Peruana de Electrodos Oerlikon S.A.
Metales Industriales del Perú
Fundición de Metales Bera del Perú.
Compañía de Seguros Rímac.
Banco Internacional del Perú.
Compañía de Aviación Faucceit.
Fábrica de pinturas Vencedor.
Fábrica de Tejidos Vitarte.
Fábrica de Tejidos Lima.
Fábrica de Tejidos Inca.
Fábrica de Tejidos La Victoria.
Compañía Minera Alianza S.A.
Winsur S.A.
Pesquera la Gaviota
59'037, 360
(s.d.) 2'986,070 150'631, 343
32'391, 893
19'000,000
(s.d.) 3'348, 633 252'897. 750 154'611,001
(s.d.) (s.d.) (s.d.) (s.d.) (s.d.) (s.d.) (s.d.) (s.d.)
158'317,.119
Como hemos visto, los ferrocarriles que aparecieron en la se­gunda mitad del siglo XIX, ayudaron solamente al comercio de los antiguos encomenderos. Al mismo tiempo, ágil izaron las ven­tas de las encomiendas ubicadas en las regiones geográficas más internas del país. Por esto, los mismos descendientes de los encomenderos, serían los primeros accionistas de las empresas constructoras de estas vías de comunicación. En 1876, Felipe Barreda y Osma, aparece como accionista de la Empresa Constructora del Ferrocarril de Eten., Tenía aquí 40 acciones que le ga­rantizaban un capital de 50,000 soles que,, a su vez, era la he­rencia recibida de su padre Felipe Barreda y Aguilar. En otros casos, como ya hemos" visto a propósito de Grace, serían los mismos propietarios extranjeros quienes correrían con estos gas­tos. Esta fue la actitud de la International Petroleum Company quien, construyendo el puerto de Talara, exporta eC petróleo que extrae de acuerdo con las leyes norteamericanas. Lo mismo ocurrió con la familia alemana Gildemeister dueña de 557,344 hectáreas de terreno distribuido en sus negociaciones agrícolas de Chicama, Laredo, el Dean y Jequetepeque, en el Departamento de la Libertad, quien para exportar sus productos directamente a Europa construye los puertos de Chicama y Pimentel y el ferro carril de Eten a Pimentel. La inclusión del extranjero en esta economía mercantil no eliminó su estructura encomendera de la colonia. La maquinaria que importó sirvió para modernizar, de acuerdo con los tiempos y con sus intereses, la vieja estructu­ra de industria extractiva virreinal. Fue una modernización que, al principio, satisfizo las necesidades de la metrópoli españo­la, luego a las de la corona inglesa, y, finalmente, en la ac­tualidad, las de la gran ciudad norteamericana, europea o japo­nesa. La actual existencia de estas castas familiares y la modernización del aislamiento de sus enclaves confirman esta rea­lidad. No se puede ocultar, por ejemplo, que Ernesto Alayza Grundy por ser casado con una descendiente de una virreinal casta burocrática limeña, Herminia Mujica Álvarez Calderón, es co­propietario de 5'090,000 metros cuadrados de terreno urbanizable en Lima.
Por mucho que esta clase dominante peruana se esmere en decir que es moderna, no lo es. Su esencia señorial de los primitivos inicios medioevales siempre los ha cubierto con lo más ab­surdo del formalismo burgués. Por esto aplaude la modernización de su industria extractiva que ejecuta su socio extranjero. La escondida razón de existencia de nuestra industria dependiente y colonial es explicable. Su oposición a todo intento de desarrollo de una industria de transformación altamente tecnificada, es natural. Si admitimos la existencia de esta estructura económica encomendera y el carácter de casta de su sustento, la clase dominante peruana, resulta comprensible que el 13 de Setiembre de 1980, uno de sus más notables miembros, Manuel Ulloa Elías, aprueba el Decreto Supremo 210-80-EF. Con él se re baja en un 60%- el valor de los impuestos que tienen que pagar los productos importados al Perú. Fue cuando las 60,000 plan­chas eléctricas, las 97 mil licuadoras, los 11,600 televisores, etc., que se venían importando hasta aquel momento, aumenta­ron. La invasión desmesurada de estos artículos en el mercado nacional obligó al abaratamiento de los mismos que se producían en el país.
La tradición de la oligarquía criolla de casta peruana no tenía porqué proteger la industria nacional. Luego de esto cerraron las incipientes industrias con las que, absurdamente, nos hicieron creer en un gran desarrollo industrial. Sus dueños no entendieron el problema. La presencia del espíritu y de la estruc­tura encomendera colonial los absorbió, los desvirtuó, les anuló toda posibilidad de sentimiento nacional. Manuel Ulloa E-lías no podía negar, en esta circunstancia, su tradicional or­gullo histórico: defender los intereses extranjeros antes que los nacionales. Su presencia en el panorama político de la ac­tualidad peruana, confirma dos hechos demostrables: el fracaso de quienes creyeron atacarlo con una inconsistente oposición pacífica y legal dentro de una realidad que ya no admite térmi­nos medios y, el éxito insultante de una tradición que niega al Perú republicano. Del Perú hay que hacer una historia dia­léctica, serena, apasionada y veraz, para las generaciones fu­turas. Aunque muchos de sus desconocidos entresijos, hoy, nos duelan y avergüencen, tenemos que conocerlos, para superarlos.
A aquella economía regional no le interesaba el control lime­ño. Para las familiares castas regionales que la sustentaban, la ciudad de los reyes no pasaba de ser más allá de un poder político que aunque débil, no dejaba de ser absorbente. Las o­bligaba a cumplir, por lo menos, con las formalidades legales, burocráticas y mundanas, por ser capital del virreinato. Esta economía y este formal ismo necesitaban de la aculturación teologal. El escolástico argumento filosófico de ésta, legalizó las instituciones económicas, sociales y culturales que necesita­ba. El caos general ocasionado por esta autonomía económica de enclave se ocultó con la "devoción" del santo patrono regio­nal, incentivada, siempre, y muy celosamente, por la más pode­rosa familia regional en vigencia. A este divino desorden mate­rial, correspondía el desintegrador desorden espiritual mantenido por este sistema económico a través de la "yuxtaposición cultural" que aplicaba la catequización cristiana, en el mestizo y en el nativo peruano, -.especialmente. La anarquía peruana era pareja: en su territorio y en su espíritu. De esta constante histórica, hábilmente oculta por su criollismo regional desin­tegrador, se valió la oligarquía peruana para sobrevivir a la independencia y, más tarde, a la guerra con Chile, al reformismo de Billinghurst, y a la dictadura de Juan Velasco Alvarado. De esta manera, y no de otra, podía defender su estado vi­rreinal, y defenderse ella misma ante su irremediable pérdida de sentimiento patrio, bien español o bien peruano. La defensa de la economía regional de sus' enclaves, durante cerca de cua­tro siglos y al final fue su propia negación. Por esto, al lle­gar los libertadores no encontrarían nada más, ni nada menos, que un conjunto de enclaves donde cada uno respondía cristiana­mente a los intereses de la familia que, por poderosa, estaba en vigencia.
En Lima, Tarma, Cusco, Huancavelica, Huamanga, Puno, Arequipa y Trujillo, se organizaron las falsas aristocracias regionales para sobrevivir al advenimiento de la República. En estos lugares" se hicieron fuertes. Esta fue la única manera de constituir, décadas adelante, el núcleo del carácter de casta de la clase do­minante peruana, conservadora y aún reaccionaria, de nuestra República. He aquí otra de las razones fundamentales del sus­tento de la semi feudal i dad y semicolonialidad de las que siem­pre nos habló José Carlos Mariátegui.




VII


La presencia de la clase dominante peruana responde a la actualidad de la picardía criolla, del costumbrismo y del enclave econó­mico en la República. El enclave responde a la economía colonial. El costumbrismo criollo o nativo, a una vieja cultura. La picardía criolla, a una vieja política. Ninguno de estos hechos pueden ex­plicarse separadamente, por corresponder a una etapa histórica concreta, todos se relacionan.
En invasión, como en virreinato, cada familia estaba reafirmada por su señorío económico sobre su enclave. El conjunto de encla­ves, dentro de un mismo ámbito territorial, constituyó a las regio­nes. Todas éstas, con sus mundos y sub-mundos, atrasados y moder­nos, nunca adelantados, constituyen esta realidad social, económi­ca, política, religiosa, geográfica, étnica y cultural, llamada Pe­rú.
Modernamente, la totalidad de estas regiones descansaban sobre una superposición de valores culturales que no correspondían a los aires republicanos que la clase dominante creía defender. Unos tenían su sustento en el contrareformismo de San Ignacio y en el del más absurdo liberalismo mercantil; otros, correspondían al más negativo folklore popular nativo. Hasta hoy, estos valores permanecen sobrepuestos, sin integrarse. Esta es la singularidad esencial del mosaico cultural peruano, creado y sustentado por la clase dominante peruana para su beneficio. Faltó un sentimiento republicano unificador. Las regiones, por consiguiente, no pudieron convertirse en un todo integral indivisa, su presencia fue la negación de la República. Respondió a todos nuestros tradicionales divisionismos: políticos, culturales, sociales] geográficos, económicos y raciales. Consolidaron la división nacional para beneficio de la clase domi­nante. Impidieron la construcción de una realidad integrada que ma­nifestara unidad de conciencia.
En la República, el caos virreinal continuó. Aquí la acción de la fe cristiana, del contrareformismo católico, impidió la cohe­sión de esencialidades. Anuló el desarrollo de una conciencia y pensamiento unificadores que se constituyeran en el fundamento de una sólida personalidad nacional. Nos hizo creer en la aparente unidad de todos nuestros divisionismos. Los presentó como el estado natu­ral y divino que teníamos que defender. Su aparente espíritu uniti­vo no fue más que la conciliación que mantuvo todas nuestras dis­crepancias desde el virreinato. A la no desaparición de las viejas estructuras coloniales, correspondió la permanencia de una espiri­tualidad insignificante. No pudo hacernos, ni buenos cristianos, ni pésimos ciudadanos. Este es el destino histórico que aún define a todas las manifestaciones políticas de derecha o de izquierda en el Perú. Aquella división no correspondió a los intereses de una clase social burguesa. Fue el desorden señorial que santificado por el cristianismo ortodoxo, se reafirmó con la economía de enclave mer­cantil que las castas familiares necesitaban para mantenerse en el poder, hasta hoy.
En los primeros veinte años de la invasión española, entre 1532 y 1552, el caos, el crimen, la matanza indiscriminada de nati­vos, las guerras personales, definieron este período. Durante este último tiempo se contrapusieron los más distintos elementos: razas distintas y antagónicas; opuestos e irreconciliables sentimientos religiosos; la sicología de frustración de los invasores; la dura condición que les imponía el territorio; y, finalmente, la situa­ción de anarquía, de guerrerismo, de crueldad y de violencia. Todos estos factores exigían la presencia real y directriz de la corona mediante sus funcionarios. Sin este hecho,, habría sido imposible el normal desarrollo de la catequización cristiana, cuya finalidad es­tratégica era la "yuxtaposición cultural" con la cual construir una conciencia deleznable, desintegrada, en el poblador común. Sin un poder central, desintegrador, no hubiera triunfado el encomenderis­mo que, en muchos casos, hasta hoy nos acompaña. El de los invaso­res de un lado y el de los caciques nativos, de otro.
Durante los primeros años de la invasión, los españoles prácticamente no tenían autoridad. Por esto, fácilmente mostraron todas sus frustraciones, resentimientos, mentiras piadosas, crímenes, ro­bos, y hasta sus disparates imposibles. Estos defectos, grotesca­mente brillaron, más que por el hecho de la invasión, por sus ambi­ciones personales, que dieron paso a sus más bárbaros instintos propios del atrasado señorío español del que procedían. Acostumbrados a la guerra y al dominio señorial, los españoles reafirmaron su cristiana podredumbre espiritual con su desmesurado y abusivo afán de apropiarse de las tierras y de los nativos peruanos. El orgullo de ser ocioso; la afirmación de una vitalidad que, por sorprender y aniquilar al nativo peruano, fue cobarde; y la exagerada codicia individual; definen la conducta de los más importantes invasores de esta época. De Gerónimo de Aliaga, de quien procede la actual y po­derosa familia banquera de los Pardo Heeren; de Juan de la Torre de quien desciende Fernando Belaúnde Terry; de Diego de Agüero, cuyos descendientes forman las más poderosas familias de la actualidad peruana. Los crímenes y el mismo rigor de las ejecuciones que estos hombres se impusieron durante las guerras civiles, son el reflejo de esta cristiana degeneración psico-social adquirida en España. Estimularon su espíritu de lucha y rebeldía para matarse entre ellos mismos. Quienes sobrevivieron a esta etapa fueron los más audaces, porque fueron los más pervertidos. Esto explica su regio y divino don de ubicuidad oportunista. A fin de defender su poderío,, ilícita mente adquirido, estuvieron con el Rey y contra él; fueron hombres sin bandera. Su realismo y su cristianismo resultó una farsa. Re­cordemos en esta oportunidad los consejos del misionero dominico y fundador de la Universidad de San Marcos, Fray Tomás de San Martín, al Virrey Blasco Nuñez de Vela: "que se guardase de la gente del Perú, y no fiare y no confiase de persona alguna porque le serían traidores por cualquier interés, por ser gente que comía con dos carrillos y se mudaban como veletas a la banda que el viento más fresco corría". Por la misma realidad de la invasión, estos hombres no podían proceder de otra manera. En consecuencia, de sus más ac­tuales descendientes, nada mejor podíamos esperar.
Los invasores se sentían dueños de la tierra y legítimos señores de los nativos americanos. Con la aceptación real y
eclesiástica eran más respetados quienes tenían más tierras y, desde luego, más indicados para convertir al cristianismo. Sin embargo¡ la misma virginidad del territorio y el mismo atraso de la ci­vilización de los nativos que, ilícitamente, se iban a repartir, les impuso el sentimiento de igualdad de condiciones frente a sus exhibiciones de riqueza y de poder. En esta realidad fue imposible que existiera un vínculo de cohesión social entre ellos. No podía existir debido al abismo entre los caudillos de las bandas en lu­cha entre pizarristas y almagristas, por ejemplo ; entre los nuevos favorecidos por las nuevas reparticiones de encomiendas que re­sultaron de traicionar a sus propios camaradas de armas y los que no lograron repartición alguna. Naturalmente, la cristiana pero nauseabunda espiritualidad del señorío español, aquí se reafirma­ría.
No existirá mejor confirmación de esta realidad, que las opi­niones de uno de los mejores descendientes de estos hombres: José de la Riva Agüero y Osma, quien sostiene: "Diez y seis años después de la conquista, tras las mortandades de las contiendas civiles, había en el Perú más de ocho mil españoles, ninguno de los cuales que ría trabajar en labranzas ni oficios mecánicos". Peor aún, cuando se refiere a los hidalgos nos dice: "Aumentaban éstos la indisci­plina social con sus ufanías de insensata altivez; al punto que po­cos años más tarde, el Virrey Marqués de Cañete pedía al Rey que impidiera la venida al Perú de tantos nobles pobres, atrevidos, fan­tasiosos, y facilitará a las familias llanas y labradoras. En los mismos escritos que nos ha dejado Riva Agüero encontramos la rela­ción de los crímenes, abusos, muertes y traiciones de estos hidal­gos segundones. De Francisco Chávez, del Mariscal Alonso de Alvarado, primer personaje del Perú; de la rivalidad entre Robles e Hinojosa; de la muerte de Sebastián Castilla y de la traición de Godínez. Todas estas escenas, equivocadamente, nos las recuerda Víctor Andrés Belaúnde en su libro " Peruanidad ", editado por el Insti­tuto Riva Agüero, en 1957. El autor sostiene, en su página No. 141, que "estas escenas parecen revivir en el Perú los días sangrientos sombríos del Renacimiento". Su mismo dogmatismo ortodoxo, cristia­no y decadente, no le permite aceptar que los hombres que él menciona y la etapa en la que se desenvuelven, nada tienen que ver con aquella etapa de la historia de la humanidad: el Renacimiento. Per­tenecen a la parte más obscura y decadente del feudalismo europeo: el contrarreformismo de San Ignacio de Loyola que, en América, rea­firmó, prácticamente, el decadentismo del señorío español que nos invade.
En esta situación de desorden, de caos, de ambiciones inconte­nibles, no había sino dos fuerzas que representaban la cohesión y el orden: la Iglesia y el estado virreinal, construido y sostenido por los mismos encomenderos. Con la Santa Inquisición, traída por Toledo, la iglesia cristiana cumplió este cometido; al mismo tiem­po, consolidada el poder estatal de los encomenderos sobre la base de la cristiana lealtad al Rey.
En este memento histórico de los inicios de la invasión espa­ñola, se plantea, definitivamente, el problema político del futuro estado peruano. Con su cristiana fidelidad al Rey, el poder estatal de los encomenderos se reafirmó. Luego fundaron ciudades. Como ve­cinos notables echaron raíces en ellas; establecieron familias. He­chas por y para ellas, las ciudades españolas como Lima, Trujillo, Arequipa, especialmente, resumieron todo su degradado decadentismo espiritual. Cada una desprendía a los vientos la atmósfera que me­jor Le convenía. Atmósfera que, peor aún, acabó por degradarse cuan do se combinó con el mestizaje resultante de la "aculturación teologal" ejecutada por la Iglesia. Con estas condiciones, las ciudades fundadas por los españoles se convirtieron en los futuros polos del regional ismo peruano. Era éste el conjunto de representaciones zo­nales donde cada una tenía su propia fisonomía religiosa, cultural, étnica y social. Fisonomía que, en última instancia, era antagóni­ca, región a región; pero que, subliminalmente, estaban unidas por la fe cristiana, hasta hoy. Cada región, para esto, tenía su santo importado: El Señor de los -Temblores, en el Cusco; el Señor de Lo-cumba, en Tacna; el Señor de los Milagros, en Lima; la Virgen de CHapi, en Arequipa; la Mamanchi Cocharcas, para la serranía cen­tral; el Cautivo de Ayabaca, para Piura; que existen hasta hoy, y continúan cumpliendo estos objetivos.
La desintegración general peruana se consolidaba en beneficio de los encomenderos. A la desintegración territorial o regional is­mo, correspondía la desintegración espiritual de la catequización cristiana, "aculturación teologal" o "yuxtaposición cultural". Los señoríos regionales, con su propia jurisdicción y autonomía basa­das en una autárquica economía mercantil de enclave y en relacio­nes de producción de servidumbre señorial, continuaron en nuestra vida republicana, al no desaparecer, ni los descendientes de aque­llos encomenderos, ni todo el sistema político, social, económico y cultural que ellos representaban. En síntesis, es la Iglesia cris­tiana y jesuítica, quien, salvando los modernismos de las épocas que han transcurrido, se convierte en uno de los principales facto­res que consolida y defiende el régimen de falsa aristocracia territorial y de total desintegración que, hasta hoy, nos acompaña.



VIII


El desarrollo de la clase dominante peruana fue singular, sus consecuencias históricas se sienten en la formación del estilo pe­ruano de vida. Como la emancipación de España fue un movimiento po­lítico y económico dirigido por ella misma, no ocasionó ninguna transformación en la estructura económica tradicional.
La oligarquía de casta o clase dominante peruana tiene un de­sarrollo muy inquieto, para sobrevivir en la República, se disfrazo varias veces: primero se vistió de liberal; luego usó el anticleri-calisn0 y el indigenismo, que resultó cómo un racismo al revés. En algunos casos se agregó el reformismo de Yrigoyen y de Gabriel del Mazo. Hizo un griterío de la II internacional. Defendió, las formas de un marxismo-leninismo desvirtuado, audazmente, en la "Teología de la Liberación" del jesuíta Gustavo Gutiérrez Merino. Actualmen­te exhibe un tecnocratismo mal concebido y peor ejecutado. La suma De todos estos factores, sobre su tradicional encomenderismo re­ligiosidad medioeval, arrojaría la totalidad de un ambiente donde el espíritu burgués de Rousseau, Montesquieu, Diderot, D'Alambert y Mirabeau no llegaría a aclimatarse nunca. Pero esta explicación no es suficiente, el espíritu burgués esencialmente laico es el producto del genio francés que, a su vez, es el resultado de un largo pro ceso recorrido por la humanidad.
Aquel recorrido tiene sus etapas definidas y definítori as. Ellas son: el Renacimiento europeo; la Reforma luterana; la Indepen­dencia de Norteamérica; la Revolución francesa y el maquinismo ini­ciado a finales del siglo XVIII. La suma de todos estos factores definen el pensamiento burgués moderno. En la acción social peruana no se observa ninguno de estos hechos.
La racionalidad y coherencias burguesas desencajaron en elcaos y misticismo virreinal, resultando extrañas, forasteras. Eljesuitismo, la economía de enclave y las castas virreinales, medraron maravillosamente en el suelo peruano más que por razones de hístoria, por razones de ambiente. De aquí surgió un híbrido: el. criollismo político, económico y social; fue el republicanismo mal entendido. . •
De esta manera, las viejas castas de poder en la República re­sultaron un hecho natural, robusto. La religiosidad y disparidad regional no están hechas para el racionalismo y el orgullo de uni­dad nacional del buen burgués. Ni en Lima, donde la invasión forma­lista burguesa es constarte, existe un cierto aliento de originali­dad burguesa. Aquí se concilian las formas de la modernidad norte­americana o europea con la tradición virreinal.
En tierra andina, el mundo español de la colonia tuvo su mar­co propio, se convirtió en el criollismo político, económico y so­cial de la clase dominante. En tanto se adaptaba a los modernismos vigentes, más perdía su amor a la patria, vendiendo su riqueza y, aún la propia, al mejor postor. La burguesía peruana, por esto, no pudo .brotar lozanamente. Lo que existe de ella es lo mismo que la invasión española: una invasión a la que se han adaptado las castas dominantes a condición de dejarse modificar lentamente por el am­biente y sentimientos criollos. Este fenómeno la desnacionaliza, haciendo más exquisita su frivolidad. Cuando hablamos de una bur­guesía peruana, se habla del nepotismo, fastuosidad, sensualidad, frivolidad y misticismo coloniales.. Este espíritu virreinal sobrepuesto al iluminismo europeo anuló toda posibilidad de enten­der la Reforma protestante de Alemania, las revoluciones inglesas, de 1640 y 1683, y la Revolución francesa.
Como buen ejemplo, los grupos de poder impusieron sus malas costumbres en todo el país. El nepotismo, en consecuencia, se hizo tradición. Por lo mismo, Belaúnde Terry, en sus dos gobiernos, ubi­ca a sus familiares en los lugares 'más estratégicos del aparato es­tatal. Pero el nepotismo también se acriolla, se convierte en la necesidad vitalicia que, por poder, tienen los dirigentes criollos.
La revolución francesa se levantó no sólo contra el derecho divino de los reyes, sino también contra toda forma vitalicia de adminis­tración de los asuntos políticos.


IX


A finales del siglo pasado y comienzos del actual la clase dominante se une al comerciante extranjero- no-español. Los matrimonios que aquí ocurrieron entre los descendientes de los invasores del siglo XVI con los nuevos aventureros de finales del siglo pasado y principios del actual, continuaron como el viejo negocio de los tiempos coloniales. De esta manera, los descendientes de los enco­menderos conservaron sus antiguas riquezas y reafirmaron sus conservadoras costumbres. Consolidaron las instituciones del estado vi­rreinal, modernizándolas. Los mercaderes no sólo aumentaron su for­tuna: consiguieron la apertura al mundo de la fastuosidad cortesa­na al que, normalmente, no hubieran ingresado en sus países nata­les.
El orgullo, la fastuosidad, el romanticismo y la ociosidad del encomendero, absorbió el don de trabajo de los comerciantes extran­jeros. El destino de la clase dominante fue más lamentable; con la aceptación del comerciante extranjero, su desintegración fue más rápida. De esta gelatina histórica surgieron nuestros modernos ban­queros.
Oscar Heeren y Maza, nacido en Alemania en 1839, vino al Perú muy joven(*) . Llegó entre los primeros alemanes colonizadores del Pozuzo. Años después, convertido en poderoso hacendado del valle de
(*) Hijo de Augusto Heeren y de Dolores Naza. Murió en Lima el 8 de Febrero de 1909. Poderoso hacendado en el valle de Chanchamayo. El 1 de Agosto de 1887 se opuso a la construcción del Ferrocarril de Chanchamayo, acusando de engorrosa a la licitación, para esta obra. Sostuvo lo siguiente: 1- Que el contratista podía llegar a apropiarse a nombre del gobier­no de 238,000 soles plata,, sin más garantía que un depósito de valores de 50,000 soles, pudiendo el valle de Chanchamayo, resultar con una pérdida efectiva de 183,000 soles plata. 2- Que el decreto de licitación

Chanchamayo, casa con Ignacio Barreda y Osma el 25 de Mayo de 1876. La hija de este matrimonio casa con su primo José Pardo y Barreda, descendiente por línea paterna del invasor Gerónimo de Aliaga. Pre­sidente de la República en 1904-1908 y 1915-1919. De este matrimo­nio resulta una de las más poderosas familias terratenientes de nuestra época.
Christian Matthias Schroder, es otro caso. Este alemán se es­tableció en Lima como comerciante en coca. Luego fundo la casa "C M. Schroder y Co.", ferretería en la que también comerciaba útiles de labranza. Su hijo Waldemar Schroder casó con Isabel Mendoza v Barreda - descendiente por línea materna del invasor Diego de Agüero y Sandoval - el 31 de Julio de 1881. Desde luego, Waldemar se convirtió en accionista y fundador del Banco de Lima.
Guillermo Wiese fue otro modesto alemán que se estableció en Trujillo Sus hijos Augusto y Fernando ingresaron en 1902 como em­pleados de la poderosa bodega trujillana "Wagner S.A.", propiedad de Emilio F. Wagner. Ambos hermanos en 1915 le compraron el negocio a su propietario. Así dieron paso a la hoy poderosa "Casa Me­se". Augusto casa con Virginia de Osma y Porras - descendiente por línea paterna del invasor Diego de Agüero y Sandoval -. En 1955 se


infringía la ley de 25 de Enero de 1879, dada en plena guerra con Chile. Infringía también la ley de aduanas. Se prestaba al contrabando en gran escala, lesionando el monopolio comercial que sobre la zona mantenía Os­car Heeren. 3 La misma licitación era injusta,, porque iba en contra de los intereses de los hacendados de Chanchamayo. 4 Que el contrato mis­mo de la licitación no ofrecía posibilidad de pérdida. Este no arriesga­ba capital de su parte. Le aseguraba, más bien, salida fácil y lucrati­va en caso de arrepentirse del negocio, sin compensación para el gobier­no, ocasionándole, contrariamente, pérdidas que tarde o temprano, tenían que cubrir los hacendados del valle. 5 Que por no esperar a la aproba­ción de la licitación por parte del Congreso, se constituía en una burla para el estado peruano. 6 Que por las mismas condiciones en que se ha aprobado la licitación resulta un contrato viciado por celebrarse en forma privada y discrecional sobre intereses de gran magnitud nacional que infringen la dignidad del estado. Sostuvo además, que la construc­ción de dicho ferrocarril era imposible si,, previamente, no se construía un camino de herradura. Y que precisamente, para esto se había aprobado la ley de 25 de Enero de 1879. Hecho que, como siempre, las juntas ante­riores no habían aprobado. Y que, en tales circunstancias, mejor era es­perar la culminación del Ferrocarril Trasandino hasta La Oroya, cuya prolongación a Chanchamayo era mucho más factible y barata, ocasionando además ahorro en trabajo. Esperando la conclusión del Ferrocarril trasan diño se obtenía una doble ventaja: un buen camino de herradura y un con­trato en términos convenientes para la construcción del Ferrocarril en el menor tiendo posible. Sólo como prolongación del trasandino,, el Ferro carril Tarma-Chanchamayo podía impulsar el desarrollo industrial, para la exportación, de la zona, ya que el Departamento de Junín no ofrecía ninguna ventaja como consumidor local. Heeren, durante muchos años fue miembro de la Beneficencia Pública. Posteriormente fue socio del Club Nacional. Vivió en la calle Santa Teresa N2 91, hoy situada en la esqui­na de la Avenida Abancay con la quinta cuadra del Jirón Puno.

convierte en presidente y fundador de una de las más poderosas ins­tituciones financieras de la actualidad: el "Banco Wiese", presidi­do actualmente por sus hijos Guillermo y Augusto Felipe Wiese de Osma. La hermana de ambos, Clotilde Wiese de Osma, también accio­nista del banco, casa con Gonzalo de la Puente y Lavalle - descen­diente por línea materna de Simón de Lavalle de la Bodega, alto bu­rócrata español llegado al Perú en 1750 como corregidor de Piura; y del invasor Gerónimo de Aliaga-; desde luego, resulta asesor legal y accionista del Banco Wiese y Ministro de Industrias en el segundo gobierno de Belaúnde. De esta manera, los miembros de este clan, junto con Felipe de Osma y Porras, hermano de Virginia, resultan dueños no sólo del Banco sino también de la negociación inmobilia­ria "Negocios e Inmuebles S.A.", y Guillermo, accionista principal de la fábrica "Universal Textil S.A."
A principios del siglo actual, Gustavo Heudebert casa con Ma­ría Gonzáles Eléspuru(l). Hija de ambos es María Heudebert Gonzáles,, casada con Mariano Ignacio Prado y Ugarteche. Y, ambos,, a su vez, son padres de Mariano Ignacio Prado, constructor de uno de los más poderosos imperios financieros de los últimos tiempos, de quien nos habla Dennis Gilbert en su libro "Historia de tres familias", y destruido parcialmente por el Gobierno de Juan Velasco Alvarado.
Encomendero y bodeguero son el fundamento de una fantasiosa' burguesía nacional. Las instituciones financieras que resultan (2) de esta "unidad" responden a este singularismo que definió también sus propias categorías económicas: banqueros y peones. El banco y el banquero peruano, como la organización dotada de la capacidad de movilizar fondos provenientes del extranjero con la venta de nues­tras materias primas. Peones, para trabajar minas, plantaciones, casas haciendas, bajo el régimen del viejo y áspero paternalismo en comendero señorial que mantiene aún la hegemonía del espíritu virreinal, tanto en nuestra organización material, como en la espiritual, de nuestra existencia.;
Mientras los capitales de los bancos sud-americanos fueron utilizados para continuar con el viejo mercantil ismo de la colonia, los capitales de los bancos europeos se útil izaron para el desarrollo industrial de sus propios países. En Francia, el burgués se con
(1) Descendiente por línea materna, de Juan José Martínez de Pinillos y Larios, alto burócrata español llegado al Pero, en 1781 como capitán de infantería de Cajamarca; -Corregidor; Alcalde Mayor de Minas; Teniente de Capitán General de Chachapoyas, Lamas, Luya, y Chillao; fundador de las ciudades de Santo Toribio de Nueva Rioja, San Carlos y Sta. Rosa; Corregidor de. Cajamarca, en 1783; Alcalde de Lambayeque, en 1791; Sargento Mayor de Milicias de Trujillo, en 1794; Alcalde Ordinario,, Regidor Per­petuo y Alférez Real de Trujillo, en 1797; Juez de Fábrica de los puer­tos de Trujillo en 1811; Coronel de Milicias de Trujillo; Teniente Coro­nel de los Reales ejércitos y Comandante Militar de Trujillo, en 1813; Comandante General de la Costa en 1814, y constructor de los puertos de Huanchaco y Pacasmayo.
(2) Ver anexo N2 3.

solidó como el banquero de la Revolución francesa; en el Perú, el encomendero se reafirmó como el banquero de la independencia.
A este banquero, a este capitalista mercantil de la colonia, lo confundimos como capitalista burgués. Desintegrado de su esencialidad histórica, este tronco robusto de la clase dominante peruana perdió el ritmo de su historia y de su realidad. Huérfano de roman­ticismo histórico, flotó sin rumbo en su mismo espacio y en su mis­mo tiempo. Para salvarse, defendió su criollo pasado colonial en todos sus aspectos. Es el último recurso que esgrimió para decla­rarse defensor de una ^peruanidad" que no la siente porque nunca la tuvo. Este capitalismo mercantil peruano está consumido por el es­pirita encomendero. Desprovisto de ideología republicana, resulta incapaz para adoptar y defender el espíritu capitalista burgués. No tiene espíritu de empresario moderno. Es irrespetuoso, inexacto, impuntual, incoherente, anárquico e improvisado. Debajo de su mo­dernismo, su técnica es colonial, tradicional, apacible. Ataca la técnica considerada como relación constante del hombre con todo su mundo circundante; defiende a la técnica considerada como máquina, como organización simple de las cosas, como mera relación entre el hombre y las cosas.
De esta "Santa Alianza" entre encomendero y bodeguero resulta un capitalista y un capitalismo oligárquico. Su retórica económica fue la misma del virreinato. A través de ella, y después de la independencia, sirvió mejor que antes a sus intereses económicos de clase. Por ésto no eliminó la esclavitud. Protegía la propiedad teniendo en cuenta su origen. El nuevo estado independiente que apareció después del 28 de Julio de 1821 continuó protegiendo y apoyando las viejas propiedades encomenderas del virreinato, manteniendo los ordinarios linajes de los invasores del siglo XVÍ..
Estos exclusivos miembros de la clase dominante peruana son poco comunes. Rígidos e indolentes frente al humilde, reptan fren­te al amo de turno. En la República no tienen un rol capital por­que son republicanos híbridos. No tienen principio directriz y ca­recen de un elevado ideal republicano. Les interesó, por tanto, no impulsar y frenar el desarrollo industrial. Siempre despreciaron al fabricante y al industrial. Se definen por una mentalidad limitada a la matemática doméstica, que hace de la vida humana una cuenta corriente. En la República continuó con la economía estática del pago al contado - trueque - de la industria artesanal, doméstica, extractiva y de materia prima del virreinato. Con ella, el predominio de lo agropecuario y mercantil sobre lo industrial. La interme­diación sobre la producción y los intereses extranjeros, sobre los nacionales, se reafirmaron.
En lo agrícola, hasta 1969([1]) , el capitalismo oligárquico peruano resulta dueño de 1[2]522,750 hectáreas de nuestro territorio, cantidad que representa el 62.8 % de nuestra superficie cultivable. Porcentaje en poder del 1.4 % de la población ocupada en la agri­cultura.
En lo mercantil, la clase dominante peruana siempre mantuvo al Perú, en su vieja categoría histórica: gran exportador y pésimo importador. A partir del 18 de Mayo de 1980([3]), se convirtió en gran importador y en pésimo exportador.
AÑO EXPORTACION IMPORTACION

1785-1795 5'439,437 4'602,189
1860 16'715,637 . 15'319,222
1960 434'000,000 375'000,000
1979 3,467'000,000 2,060'000,000
1980 3,230'000,000 3,787' 000..000

d: Libras esterlinas.
Fuentes: "La historia del Perú" de Mariano Felipe Paz Soldán; y el Banco Central de Reserva del Perú.
En cuanto a su producción industrial, el Perú tuvo la tasa de crecimiento más negativa de los últimos treinta años; en este tiem­po bajó a 12.2 %. Su índice fue decreciendo, negativamente, tal co­mo se muestra:
1980 13.9 %
1981 '20.9 %
1982 (Enero-Mayo) - 76.5 %

Fuente: Exposición del Ing. Carlos Verme Katz, Presidente de la Sociedad Nacional de Industrias, en el "Día de la Industria", el 30 de Noviembre de 1983.
Desde tiempos remotos, la política económica de la clase dominante ha sido la misma: facilitar el éxito de una economía abierta hacia el extranjero y a sus intereses; y a estimular las importa­ciones y exportaciones de capitales, bienes y servicios, mediante la participación directa de los representantes extranjeros. En esta situación,, los ministros de economía del segundo belaundismo: Manuel Ulloa Elias y Carlos Rodríguez Pastor, no fueron ninguna no­vedad.
De esta manera, el algodón, azúcar, cobre y petróleo peruanos, se extraen para satisfacer las demandas de la gran industria euro­pea, canadiense, norteamericana o japonesa. Ninguno de estos pro­ductos se transforma integralmente. Esta transformación obliga a tener una industria de gran precisión técnica. Sin ella no podemos llamarnos país industrial. La clase dominante peruana y la indus­tria extractiva o artesanal, es actual, es la evidencia de que el capitalismo oligárquico actual es un fenómeno definido por el espí­ritu de encomienda. Su presencia permite, hasta hoy, que los consorcios extranjeros, explotadores de nuestras riquezas, se adaptaran al viejo sistema, consolidando el régimen encomendero e introdu­ciendo modificaciones superficiales que dejaron intacta la estruc­tura social, espiritual, política y económica del virreinato.


X

Los efectos históricos de esta tradición económica fueron trascendentales en el seno mismo de la clase dominante peruana. Prácticamente empiezan a sentirse después de la Guerra con Chile, en 1879. El impacto de ésta; las oscilaciones del precio mundial del azúcar; la introducción de capitales y técnicas empresariales para la modernización de la estructura encomendera agrícola y cos­teña, fundamentalmente;' la expansión de la industria extractiva del azúcar; y los cambios en la estructura de la tenencia de la tierra, ocurrida entre 1870 y 1930; ocasionaron, inevitablemente; el empo­brecimiento de un sector de la clase dominante y la aparición del obrero agrícola.
Por estos dos nuevos sujetos históricos, el primero tiene una actuación descollante en la realidad peruana hasta hoy; se empobreció, pero no perdió ni su prestancia ni sus privilegios señoriales del virreinato. A partir de aquí, su política económica, lógicamente, tenía que ser la de recuperar parte del poder perdido, por lo menos. La actitud política de este sector, desde luego, reafirmó la audacia de sus antepasados virreinales para sobrevivir optó por la modernización del viejo estado colonial y no por su destrucción, que es de lo que se trata. Defender lo último hubiera significado la destrucción de su propia clase. No podía oponerse a sus propios intereses.
Para una clase dominante como la peruana, secularmente acostumbrada a ordenar y a la quietud monacal de su atraso, la misma modernización, resultó inadmitible, intolerante, por mucho que procediera de gente de su mismo sector. Sin dejar el poder, los oligarcas empobrecidos fueron culpados de comunistas por los no empobrecidos. Y, éstos, continuaron gobernando el país tranquilamente. Este antagonismo hubiera pasado desapercibido si hechos ajenos a la misma clase dominante no hubieran influido en la población na­cional. El fin de la primera guerra mundial; el triunfo de Lenin en Rusia; el avance de la social democracia europea; las ligas antiim­perialistas de México; el anarquismo protestarlo de González Prada; el agrarismo mexicano de Pancho Villa y de Emiliano Zapata; la au­sencia de una burguesía peruana; y, sobre todo, la crisis económi­ca de 1929; influenciaron, especialmente, en el oportunismo emer­gente de una incipiente, pero desesperada clase media urbana. Coin­cidieron el oportunismo emergente de la clase media y la audacia de los oligarcas empobrecidos.
La modernización de unos fue la exigencia de acceder al poder de los otros. En ambos casos se exigía acabar con el caos, la co­rrupción y la inoperancia de la clase dominante tradicional. No existía aquí ninguna exigencia revolucionaria.
Dentro del esquema económico de la modernización cabía, natu­ralmente, la Reforma Agraria. Se trataba de dar la tierra a quien la trabaja, no de cambiar el estado. Exigir reformas económicas, modernización del estado y justicia social satisfacía los anhelos de la clase media peruana. De esta manera la clase dominante utilizaba su inconformismo a fin de continuar cubriendo su sobrevivencia.
Mientras la debilidad de la clase media ha sido notable, el triunfo total de este sector empobrecido de la oligarquía tradicional ha sido parcial, aunque, directa o indirectamente, siempre ha continuado en el uso tradicional de su viejo poder. Desde la aparición política de Víctor Raúl Haya de la Torre, y con él, la insurgencia del PAP, hasta el triunfo de ambos el 14 de Abril de 1985, han transcurrido 60 años. La persecución, el martirologio, las ca­tacumbas y el escondite de " Incahuasi "(1), ocurridos durante este tiempo, responden al fortalecimiento de la clase media peruana'.
Consciente o inconscientemente, todos los gobiernos transcurrídos desde la aparición del PAP han cumplido con este objetivo. El Decreto Ley General de educación 19326(2); la cooperativización que modernizó a la envejecida propiedad privada de la comunidad; el apoyo mal intencionado a la creación masiva de centrales de traba­jadores; el aumento de una tradicional burocracia ociosa y de malas costumbres; una absurda estructura de comunidades laborales y de propiedad social que ayudan a la explotación del hombre por el hom­bre; el apoyo indirecto o directo a quienes se les ocurrió hacer y deshacer partidos políticos de izquierda; la nacionalizacion de em­presas extranjeras; una ley de bancos que permitía solamente el 25% de capital extranjero en la banca privada; el nacionalismo milenarista que confundió; una reorganización de la administración públi­ca y de los ministerios, ampliando el papel del Estado; una ley de Reforma Agraria que incentivó un capitalismo mal concebido y peor ejecutado, junto con una reforma del Código de aguas; un significa­tivo impulso a nuestra industria tributaria de las grandes indus­trias o a la de medio elaboración;' y el cambio de la Constitución de 1933 por la de 1979 que legalizara todo lo expuesto; fue el
(1) Nombre que Haya de la Torce daba a sus escondites.
(2) Ley aprobada por el Gobierno de Juan Velasco Alvarado y que fue conocida como la Ley de la Reforma de la educación.


triunfo de esta política que, brillantemente culminó la dictadura militar de Juan Velasco Alvarado. Pero este éxito fue momentáneo. La prosapia de la clase dominante empobrecida, oculta tras el anti­militarismo, no le permitió jamás perder la dirección de este pro­ceso. Su falso orgullo nobiliario no pudo hacerla proceder de otra manera. Boicoteó al velasquismo a pesar que fue su última y mejor oportunidad para sobrevivir. El efecto histórico de este boicot fue el triunfo del belaundismo el 18 de Mayo de 1980. Volvió al poder el viejo sector no empobrecido de la clase dominante tratando de anular todo lo establecido por el velasquismo.
Regresó el viejo liberal ismo económico. Con él: la importación sobre la exportación; el contrabando y la corrupción sobre la hon­radez; el hambre sobre la alimentación y la moneda extranjera so­bre la nacional; prevalecieron. El resultado de todo esto fue la derrota del belaundismo el 14 de Abril de 1985.
[1] Año en que fue apechada la "Reforma Agraria" por el Gobierno Militar de Juan Velasco Alvarado.
[2] Fecha en que fue elegido Fernando Belaúnde Terry como Presidente Consti­tucional de la República/, para su segundo Gobierno.
[3] Fecha en que fue elegido Fernando Belaúnde Terry como Presidente Consti­tucional de la República/, para su segundo Gobierno.