viernes, octubre 24, 2025

Redes transnacionales de represión en América Latina: El Plan Cóndor, Israel y Estados Unidos en perspectiva crítica

Redes transnacionales de represión en América Latina: El Plan Cóndor, Israel y Estados Unidos en perspectiva crítica

Introducción

Durante la Guerra Fría latinoamericana, se configuraron redes de represión transnacional que excedieron los límites de los Estados nacionales y articularon actores militares, políticos y tecnológicos en una lógica de persecución extraterritorial. Este artículo analiza el funcionamiento del Plan Cóndor como sistema de coordinación represiva entre dictaduras del Cono Sur, la participación indirecta pero estratégica de Israel en Centroamérica, el rol estructural de Estados Unidos como potencia tutelar, y el caso peruano como escenario paralelo con lógicas similares. Se incorporan además el análisis de redes de élite, discursos legitimadores, el rol del partido Likud en la política israelí, y las repercusiones actuales en clave jurídica y política.


1. El Plan Cóndor como sistema represivo transnacional

El Plan Cóndor fue una red de coordinación entre las dictaduras militares de Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Brasil, formalizada en 1975 en Santiago de Chile. Su objetivo fue perseguir, secuestrar, torturar y eliminar opositores políticos más allá de las fronteras nacionales. Operó como una inteligencia clandestina con vuelos secretos, centros de detención compartidos y desapariciones coordinadas. Las víctimas fueron principalmente militantes de izquierda, sindicalistas, estudiantes, periodistas, exiliados y familiares.

2. Estados Unidos: potencia tutelar y articuladora

Aunque no fue parte formal del Plan Cóndor, Estados Unidos apoyó técnica, financiera y políticamente a las dictaduras involucradas. A través de la CIA y la Escuela de las Américas, entrenó a militares latinoamericanos en contrainsurgencia, inteligencia y tortura. Documentos desclasificados confirman que Washington conocía la existencia del Plan Cóndor y lo toleró como parte de su estrategia anticomunista. En Centroamérica, EE.UU. fue actor directo en la guerra sucia de Guatemala, El Salvador y Honduras, con financiamiento, asesoría y operaciones encubiertas.


3. Israel: proveedor estratégico en Centroamérica

Israel no integró el Plan Cóndor, pero tuvo un rol clave en Centroamérica durante los años 70 y 80. En Honduras (1983), se documenta la presencia de cuatro especialistas israelíes entrenando una unidad de seguridad e inteligencia. En Guatemala, vendió armas y brindó entrenamiento militar en momentos en que EE.UU. limitaba su apoyo por denuncias de violaciones a los derechos humanos. Israel actuó como proveedor alternativo de asistencia militar, canalizando apoyo indirecto a regímenes represivos. Su implicación se vincula a la transferencia de conocimiento táctico y tecnológico, más que a operaciones de inteligencia transnacional como las del Cóndor.

4. El partido Likud: continuidad ideológica y militarización

El partido Likud, fundado en 1973, ha sido una fuerza dominante en la política israelí, con una visión nacionalista, securitaria y expansionista.

  • En los años 80, bajo gobiernos de Menachem Begin y Yitzhak Shamir, el Likud consolidó una política exterior activa en América Latina, incluyendo cooperación militar con regímenes autoritarios.
  • En la actualidad (2025), el Likud lidera el gobierno israelí en medio de acusaciones internacionales por crímenes en Gaza.
  • Su narrativa oficial mantiene una continuidad discursiva: antes la “lucha contra el terrorismo marxista”, hoy la “lucha contra el terrorismo islamista y el crimen organizado”.
  • Esta continuidad ha permitido justificar intervenciones militares, vigilancia masiva y alianzas estratégicas con gobiernos que enfrentan conflictos internos.

5. El caso peruano: paralelismos y distancias

Perú no fue parte del Plan Cóndor, pero vivió su propia guerra interna (1980–2000) contra Sendero Luminoso y el MRTA. Aplicó lógicas similares de “enemigo interno” y represión militar, con desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y violencia estatal. Durante el gobierno militar de Francisco Morales Bermúdez (1975–1980), se mantuvieron vínculos diplomáticos con regímenes del Cono Sur. En 1977, Perú se retiró del Plan Cóndor por diferencias políticas y el inicio de la transición democrática. Bajo el gobierno de Fernando Belaúnde Terry (1980–1985), se inició la guerra interna, con una lógica represiva distinta pero basada en la misma doctrina de seguridad nacional.

6. Redes de élite y continuidad institucional

Fernando Belaúnde Terry fue socio del Club Nacional, institución limeña que ha reunido históricamente a miembros de la élite política y empresarial. Durante su segundo mandato, varios ministros y asesores también pertenecían a este círculo, lo que reflejaba una continuidad de redes de poder tradicionales en el Estado peruano. Esta configuración liberal-democrática mantuvo estructuras excluyentes en la toma de decisiones, especialmente en lo económico y territorial. Aunque Belaúnde no se alineó con las dictaduras del Cono Sur, su gobierno adoptó una posición conservadora frente a la insurgencia, que derivó en políticas represivas más intensas bajo García y Fujimori.

7. Justificaciones ideológicas de la represión

Las dictaduras justificaron sus crímenes bajo la Doctrina de Seguridad Nacional, alegando:

  • Defensa frente al “terrorismo marxista”.
  • Guerra preventiva contra el “enemigo interno”.
  • Protección de la civilización occidental y cristiana.
  • Estabilidad y orden frente a la “subversión”.

En la actualidad, estos discursos han mutado hacia la lucha contra el crimen organizado, el “terrorismo islamista” o la “seguridad ciudadana”, manteniendo el mismo marco de excepcionalidad y legitimación de la violencia estatal.

8. Repercusiones actuales y vigencia jurídica

Los juicios por crímenes de lesa humanidad siguen activos en Argentina, Chile y Uruguay. El Plan Cóndor es hoy un precedente jurídico internacional para casos de desaparición forzada y coordinación represiva. En Perú, la memoria de la guerra interna sigue marcada por impunidad y militarización de la protesta social. Israel enfrenta hoy acusaciones internacionales por crímenes en Gaza, lo que reactiva debates sobre su rol histórico en conflictos latinoamericanos.

9. Aportes del artículo de Julieta Rostica (EIAL, 2025)

El artículo de Julieta Rostica, publicado en EIAL Vol. 36, N.º 1 (2025), amplía el concepto de Plan Cóndor hacia una segunda fase centroamericana. Documenta la participación de Israel como actor militar clave, aunque no formalmente parte del Plan Cóndor. Revela la articulación entre Argentina, EE.UU. e Israel en la formación de aparatos represivos en Honduras y Guatemala. Propone una lectura transnacional de la violencia política, útil para investigaciones sobre desapariciones forzadas, redes de inteligencia y responsabilidad internacional.

10. Análisis comparativo: del terrorismo al crimen organizado


📊 Tabla comparativa: continuidad discursiva en marcos represivos

Existe una continuidad discursiva entre los marcos de represión de los años 70–80 y los actuales, aunque con variaciones en el lenguaje, los actores y los contextos geopolíticos:

Época Enemigo construido Justificación oficial Actores implicados
1970–1980 “Terrorismo marxista” / “subversión interna” Doctrina de Seguridad Nacional Dictaduras del Cono Sur, Estados Unidos, Israel
2020–2025 Crimen organizado” / “terrorismo islamista” Seguridad ciudadana / defensa nacional Gobiernos democráticos, potencias militares, agencias de inteligencia

Este paralelismo revela cómo los Estados han adaptado sus narrativas de excepción para legitimar prácticas de control, vigilancia y represión, manteniendo una lógica de “enemigo interno” o “amenaza global” que permite justificar intervenciones militares, alianzas estratégicas y restricciones a derechos fundamentales.

Conclusión

El Plan Cóndor no fue un fenómeno aislado ni exclusivamente sudamericano. Su lógica de coordinación represiva se extendió hacia Centroamérica, articulando actores estatales y extrarregionales como Israel y Estados Unidos. Perú, aunque no fue parte formal, reprodujo mecanismos similares bajo una élite liberal institucionalista que mantuvo estructuras excluyentes. La vigencia jurídica del Plan Cóndor y los debates actuales sobre responsabilidad internacional, especialmente en el caso de Israel y el partido Likud, confirman que las redes de violencia política de la Guerra Fría siguen siendo objeto de investigación, memoria y justicia.


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