miércoles, enero 09, 2008

LA CLASE DOMINANTE, LA BUROCRACIA Y LA CLASE MEDIA, UNA MISMA HISTORIA Y UNA MISMA VERGUENZA

LA CLASE DOMINANTE, LA BUROCRACIA Y LA CLASE MEDIA, UNA MISMA HISTORIA
Autor: Herminio Parra Rivera
A la clase dominante peruana es necesario estudiarla con profundidad dialéctica a través de todo subdesarrollo histórico. Esta característica, ineludible e irremediable, ha sido por muchos "cíen tíficos" olvidada, cuando no, mal entendida. Han olvidado, por esto, muchos de sus aspectos interesantes.
'Uno dé éstos es lo que le ocurre en el siglo XVIII. Fue distinto de lo que soporta en los siglos XVI y XVII, debido a las reformas que realizaron los berbenes para beneficio de ella misma. Este hecho ocurrido en casi toda la centuria del setecientos, plasmó cambios de superficie en todos los aspectos de la vida económica, política, social y cultural, de la época. La vigencia de este reformismo se siente, hasta hoy. Reafirma la viveza criolla de la clase dominante para sobrevivir.
Al estudiar aquella centuria, se ha analizado separadamente sus aspectos políticos, sociales, económicos y culturales. No se les ha estudiado como un todo. Es decir, conociendo las relaciones que ocurren entre iodos ellos. Se ha menospreciado, en muchos casos, el significado de los cambios superficiales de las estructuras del Estado colonial del siglo XVIII.
Estos cambios ocurren de manera muy significativa en la "nobleza criolla" de la época. Por el Decreto Real del 23 de Noviembre de 1718 la corona pasa a administrar directamente las encomiendas. Defectos de este decreto fueron interesantes. La procedencia del "nobles peruanos" que en los siglos XVI y XVII se basaba en la propiedad que tenían sobre la tierra, en el siglo XVIII, varía. En este siglo ya no se sostiene exclusivamente en la gran propiedad territorial. A partir de aquí, el origen de su poder es más variado. Desde luego, el poder de los encomenderos crece más.
Los más audaces e inescrupulosos, continuaron en el poder de sus antiguas encomiendas. Con relación a la cantidad de invasores que llegaron [pagina 75] en los primeros tiempos, éstos, quedaron en un grupo reducido que, además, continuó en poder de sus propiedades urbanas. Toda la riqueza, heredada hasta aquí, fue insuficiente para mantener el decoro y el boato que la monarquía española exigía a la nobleza. Muchos encomenderos, por consiguiente, buscaron otras fuentes de ingreso para mantener el lustre de la casa y la dignidad del apellido. Pese a que en estos tiempos el comercio era una actividad vergonzosa para los españoles, éste fue el medio principal al que recurrieron para obtener posteriormente, su ennoblecimiento.
Junto a esta nueva actividad, en el siglo XVIII se intensifica la venta de títulos nobiliarios. Esta práctica, iniciada en el siglo XVII, fue ejecutada por la realeza española para satisfacer sus necesidades económicas internas, sus compromisos internacionales o bien para cumplir con sus exigencias bélicas. Para solucionar estos problemas, la corona recurrió siempre, a sus colonias americanas. Este recurso dio paso a un hecho singular: quienes compraron los títulos fueron los hidalgos; es decir, los miembros de la nobleza ordinaria española que invadió América. Generalmente para adquirir esta categoría de segundones, en España, necesitaban mostrar limpieza de sangre e hidalguía adquirida en la guerra contra los moros. A esta exigencia agregaron la fortuna obtenida en América. Hidalguía, limpieza de sangre y fortuna, fueron los requisitos indispensables que la corona exigía a quienes solicitaban la compra de títulos, desde tierras americanas. La fortuna se convirtió en condición "necesaria e indispensable" para mantener el decoro del título,
El comercio de títulos causó problemas en la nobleza española, que siempre se consideró un grupo privilegiado por recibir sus atributos de la voluntad divina. Sus privilegios, según ellos, no provenían del dinero, como ocurrió con la "nobleza" criolla americana. En poder de los segundones de América, los rangos nobiliarios se popularizaron. Perdieron la prestancia que tenían en España. Los "nobles americanos" con respecto a los españoles no tenían ningún punto de comparación. La "nobleza americana" se nos presenta con caracteres distintos a la española. No tuvo la pureza ni la rigidez de la española.
A partir de este momento, la sociedad peruana se nos presenta dirigida por tres sectores: la Iglesia; la alta burocracia o administración real; y la nobleza, conformada por los vecinos o "nobles" que se, apropiaron de los cabildos.
La Iglesia, formada por la jerarquía eclesiástica y las órdenes religiosas, estaba encargada de establecer normas de vida y de divinizar al Estado encomendero de acuerdo con la infalibilidad papal y la verdad de las sagradas escrituras. Como depositaría exclusiva del escolasticismo ortodoxo era dueña, también, de la cultura [pagina 76] escolástica de la época. Tenía en sus manos, como hasta hoy, la enseñanza, la educación y la beneficencia. A cada uno le impuso el contenido divino que le convino. Mediante su acción catequizadora, hacia que la jerarquía social establecida por los españoles, como producto de sus relaciones de producción, tuvieron el carácter de divinas y naturales. Con esto originaba, en los hombres, una conciencia de responsabilidad defensora de esa divinidad y del destino celestial del Estado establecido por España. La gravitación e influencia de esta fuerza social, sumamente notoria en el siglo XVIII, paulatinamente, se fue modernizando ante la presencia del regalismo borbónico. La expulsión de los jesuitas, ordenada por Carlos III, no pudo hacerla proceder de otra manera. La decisiva influencia del poder eclesiástico sobre el Estado no disminuyó. Adecuándose a las nuevas circunstancias aparentó debilidad. Después del dominio que ya tenía sobre la totalidad de las conciencias peruanas, se ensanchaba mejor aún.
La administración real o alta burocracia mantenía y dirigía la cohesión y existencia de la explotación de las comunidades nativas. Su función dirigente estaba fuera de discusión. Empezaba en el Virrey que, peor aún, en el siglo XVIII, había perdido gran parte de sus privilegios; y continuaba en los Oidores, Intendentes y los oficiales reales. Por detentar el Poder, fueron absorbidos, hábilmente por la clase dominante criolla. Se constituyó, desde luego, en un grupo de gran poder e influencia en la política y en la sociedad peruana. Asimilado al régimen familiar de la clase dominante, estableció, también, el régimen de castas en su sector. Los vínculos familiares que de aquí se derivan, se manifiestan en la herencia del cargo, siempre en manos de un solo apellido. Este nepotismo en muchos aspectos de la burocracia peruana hasta hoy existe. Su presencia demuestra, también, el origen de un capitalismo burocrático claramente establecido en la actualidad peruana. En este sector, el boato que rodeaba y el imperio que asumían los delegados del monarca de ayer, es el mismo que asumen los representantes del presidente de hoy. En el virreinato y en la República representan una autoridad indiscutible en cada región o localidad, Es la aristocracia del poder americano., Su sector de procedencia siempre ha sido la clase media; en el virreinato, de la española; en la República, de la nativa criolla.
La tercera fuerza social del virreinato estaba constituida por los "vecinos" de las ciudades. En los comienzos de la colonización española, los vecinos fueron los encomenderos; los que, realmente, controlaban la totalidad del poder del Estado virreinal. Son los miembros natos de la "nobleza criolla" o clase dominante peruana. El concepto de vecindad se amplió, posteriormente. Recayó sobre los jefes de las familias españolas sin distinción alguna. En aquellos españoles que domiciliados en, algún lugar del territorio, establecían familia de acuerdo a los moldes espirituales del escolasticismo español, y la defendían. Su obligación era no abandonarla, a fin de poder participar en el gobierno de la ciudad donde radicaban, [pagina 77]
Estos vecinos, como se desprende, no podían ser eclesiásticos ni funcionarios reales. Se les encuentra en cada una de las ciudades fundadas por los españoles: Piura, Trujillo, Lima, Arequipa, Puno, Cusco, Huamanga, Huancavelica, Tarma y Cajamarca. De esta manera, viejos apellidos de españoles encomenderos llegados en la invasión española del siglo XVI y algunos otros en el XVII, se convierten en el fundamento de las aristocracias regionales que son quienes, realmente, determinan la acción política, económica, social y cultural, que ejecuta el poder central ubicado en Lima, Los Seminario, en Piura; los De la Torre, los Orbegoso, los De la Puente, los De Cárdenas, en Trujillo; los Lavalle, los Pardo y los Osma, en Lima; los Bustamante, los Belaunde y los Diez Canseco en Arequipa; los Ladrón de Guevara, en Cusco; los Echenique, en Puno; los Prada, en Huamanga; los Gálvez en Tarma; los Imana, los Malpica y los Silva Santisteban, en Cajamarca; son Tos recuerdos que aún existen de esta "vecindad",
La ciase dominante, en esta circunstancia, no es más que el conjunto de sus más brillantes apellidos. Brillantez adquirida por la fortuna y por la hegemonía que en algún momento les toca desempeñar al servicio circunstancial de los gobiernos de turno.
Frente a estos tres grupos dirigentes de la sociedad peruana desde el virreinato, ¿Cuáles son los otros que completan el complejo y variado cuadro de su sociedad? Aparte de la clase media formada por los artesanos, comerciantes,, curas, médicos, abogados, pedagogos, altos burócratas, técnicos, ingenieros, aldeanos del campo, la mayoría de los pobladores de ciudades pequeñas, y por la mayoría de quienes habitan en Lima, Arequipa, Chiclayo, Piura, Huancayo, Cusco, Puno, Tacna, Ayacucho, Cerro de Pasco, Trujillo, Chimbote, Ica, Iquitos y Pucallpa, podemos citar, también, a los miembros de la clase media, a los campesinos de hoy y de siempre, los obreros y a los desaparecidos esclavos de ayer. También organizados, hasta hace muy poco, en el sistema familiar de castas.
Hasta hoy cada acontecimiento de trascendencia en América Latina, ratifica la presencia, casi perpetua, de la clase dominante. Las sucesivas conmociones que ha tenido el continente americano, en el fondo, no han sido sino, el enfrentamiento entre la clase dominante con la clase dominada, constituida por sus obreros y campesinos. A falta de un auténtico desarrollo burgués, la conciencia de clase de estos últimos se desarrolla en el ejercicio mismo de su lucha. Es el condicionante fundamental e ineludible de su desarrollo revolucionario. En este enfrentamiento constante, ¿cuál es el papel jugado por la clase media ya mencionada? Primeramente, fue asimilada por la clase dominante para aplacarle su tradicional inconformismo. En la actualidad, como cuidando su sobrevivencia, la clase dominante, cada día más, la encierra en un círculo vicioso donde todo le es ordenado, minuciosa y paulatinamente, en beneficio de los intereses imperialistas. Sin querer, se convierte, por esto, en un caótico muestrario de ideas del sector más avanzado de la [pagina 78] oligarquía peruana que ha sabido aprovechar sus particularidades: su gran volumen demográfico; su resentimiento frente a un mundo que ni siquiera l& insinuaba soluciones a sus problemas vítales; su pequeñez cultural; su desorientación histórica y su frustración frente al imperialismo norteamericano que, día a día, le ofrece un espectáculo deprimente y negativo de su propia existencia.
En este ambiente se formó el pensamiento político de la clase media. Se nutrió de las ideas más contrapuestas: de Hitler, de Mussolini, de Lenin, de Marx, de Engels, de Trosky, de Gonzales Prado, del anarquismo, de Fidel Castro, etc. La corrupción, la anarquía, el individualismo y la mezquindad de los sectores dirigentes de la clase dominante permitieron su disciplinada organización.
En el virreinato cada uno de los grupos sociales tenía su propio estatuto particular. A la colonia, este hecho, le determinaba la característica de estar formada por una sociedad estamental cada estamento tenía sus privilegios y sus fueros legales privativos que en el plano jurídico las diferenciaba unas de otras. Ninguno podía invadir el fuero del otro. Esta diferencia era rígida y exigentemente respetuosa de las leyes que la normaban por efectos de la acción catequizadora del catolicismo que había logrado divinizarla. La nación peruana, desde luego, se nos presenta hasta hoy como un mosaico singular: distinto en todo, lengua, raza, geografía, costumbres, etc; pero unida convenientemente, por la acción subliminal de la fe cristiana. Unión que, desde luego, satisface los intereses desintegradores de la clase dominante. En el virreinato, esta diferencia estamental era más pronunciada. En la "nobleza", por" ejemplo, existían los nobles indianos y los nobles españoles. Cada grupo desconfiaba del otro y eran dueños de un permanente antagonismo. Sin embargo, cuando de defender sus intereses se trataba, aparecían como una unidad coherente que defendía con mucho ardor sus fueros y privilegios^ Esta nobleza, a su vez, estaba formada por distintas categorías. No toda la nobleza era igual. Como nos. dice Tadeo Haenke (Autor de: "Descripción" del Perú". Lima 1901. Pag. 16) estaba, formada por tres sub-estamentos. Primero, el que procedía de los invasores, (en especial de los trece de la Isla del Gallo), y pobladores, (de la etapa correspondiente a la invasión española), de aquel reino; segundo, quienes procedían de la burocracia real, hijos, generalmente, de ilustres castas españolas y, tercero, por quienes procedían del comercio.
Si dentro de la misma nobleza limeña, el comerciante noble pertenecía a un escalón inferior, es obvio suponer, como era considerado en las cortes de Madrid y de Aranjuez. La frustración y el resentimiento de la clase dominante peruana son entendibles. Mejor aún, su odio, prepotencia y vesania, con que actuaban frente al poblador nativo. Lo que no les era permitido de realizar en España, lo realizaban en América despiadadamente.
[pagina79] Comúnmente, se ha sostenido que aquellos comerciantes emparentaban con la nobleza criolla eran burgueses. Si alguno de estos fue embrión del estado social burgués que, en España tampoco se desarrolló aquí en América se imposibilitó su desarrollo. La represión cruel y sangrienta de la Santa Inquisición católica obligada a adecuarse a la nueva realidad a los extranjeros recién llegados. Estos para formar parte de la nobleza americana, tenían que admitir y defender cristianamente, la realidad material y espiritual que encontraban ya divinizada por la fe católica. La escolástica ortodoxa divinizaba al Estado colonial y éste defendía a aquélla, para beneficio de su clase dominante. No hubo ninguna diferencia entre los nobles españoles y los comerciantes que, por aquella época, se ennoblecían, No podía existir diferencia alguna, si la misma técnica de ennoblecimiento ocurría con los funcionarios que, en España, obtenían títulos nobiliarios tal como ocurre en muchos casos que se observan durante el reinado de Carlos III. (1)
Para sobrevivir, la clase dominante siempre ejecutó la política de la asimilación. Esta vieja esencialidad cristiana emparentó a los comerciantes y a los altos burócratas con la "nobleza" criolla Los intereses de estos sectores, al final, fueron los mismos, como ocurre hasta hoy.
Desde, los tiempos de la invasión española, ocurrida entre el final del siglo XVI al siglo XVII, la clase dominante peruana abarcó a los "nobles" descendientes de los invasores, a los comerciantes y a los altos burócratas reates ennoblecidos que se habían vinculado entre sí. En la República esta tradición se mantuvo. Con la creación del Club Nacional (2) y del Club de la Unión (3) simplemente se modernizó". Esta compleja y variada relación de parentescos y de intereses económicos, fue uno de los factores, tal vez si el fundamental, que consolidó en la clase dominante, su incapacidad para gobernar la República. Reafirmó la mala administración de justicia y la corrupción republicanas tradicionales.
De todo lo analizado se desprende algo inobjetable cuya transcendencia se siente actualmente en toda, la población peruana la importancia que en la valoración social, política, económica y cultural, la clase dominante, cristianamente, le dio al dinero, sin importarle su procedencia. La popularizó. Con este ejemplo, impuesto divina y legalmente al pueblo, peor aún, degeneró al pueblo en la apreciación de sus valores. La corrupción se convirtió [página 80] entonces, en su forma normal de vida. El sector de criollos construyo "su" Estado desde el que controló y dirigió a los gobiernos que con su aprobación, democrática y electoreramente se elegían para administrarlo, hasta hoy. Desde la invasión española a la Republica actual, la clase dominante peruana siempre tuyo en sus manos los poderes del Estado, No por nada, éste fue construido a su imagen y semejanza. Por lo mismo, siempre lo defendió contra iodo lo que consideró ajeno a sus intereses: las exigencias populares.

(1) Conclusiones que se obtiene de Vicenet Rodriguez Casado: "La Revolcuion Burguesa y los politicos en el reinado de Carlos III" y del trabajao de Manuel Herrera "Notas sobre la ideologia del burgues español" En el Anuario de Estudios Americanos TIX Sevilla 1952.

(2) Club de los nobles peruanos con pureza de sangre fundado el 19 de octubre de 1855.

(3) Club de los comerciantes y de los nobles fundado en 1868.

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